¿Y si la fiesta se muda a la periferia?
Noelia Gorbea 08/07/2021
Acostumbrados a que San Fermín sea sinónimo de encaminar nuestros pasos hacia el centro de la ciudad, es momento de parar en seco. ¿Y si la fiesta decidiera hacer las maletas y, al menos en parte, tratar de probar suerte en el extrarradio? Los barrios cogen el guante y la arquitectura lo podría permite. Ahora bien, sea sincero, ¿lo haría?
«Por si no nos volvemos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches». El show de Truman fue, sin duda, una de esas películas que trató de poner en tela de juicio algunas de las bases sociales del momento. Rutinas a capa y espada que no dejaban ningún detalle al descubierto. Todo funcionaba de manera determinada y no había más que hablar. Ese automatismo llevó al protagonista de este film de 1998 a ser capaz de disfrutar de un hábito completamente adquirido sin cuestionarse un ápice el motivo que le impulsaba a seguir adelante.
Partiendo de lo verosímil, ¿se han planteado alguna vez qué sucedería si esa tendencia a realizar las cosas tal y como estamos acostumbrados se dinamitara por los aires? Quizá no haga falta recurrir a términos bélicos, pero sí merece la pena un instante de reflexión. San Fermín siempre ha sido una fiesta centralizada, donde la masificación del Casco Viejo y ‘aledaños’ ha sido más que una constante entre el 6 y el 14 de julio. Calles a reventar, espolvoreadas en blanco y rojo durante las 24 horas del día. Ir y venir sin apenas respirar.
¿Qué pensarían si, de repente, barrios como Rochapea, Txantrea, San Jorge o Buztintxuri toman la batuta de mando? ¿Y si es Mendillorri el nuevo centro neurálgico de la fiesta? Interrogantes que, si en algún momento se pueden plantear, es ahora. En el año de la responsabilidad. En el lapso de materializar una decisión que todos compartimos. Toca mantener el paréntesis de los Sanfermines tal y como los conocemos. Segunda suspensión tras el estallido de la pandemia. Una decisión que no elimina, en absoluto, la posibilidad de que ciudadanos y administraciones inviertan parte de su tiempo en darle una nueva vuelta de tuerca a esas ‘fiestas sin igual’ que dice la canción.
En las líneas que acompañan a este texto vamos a tratar de emular qué pasaría si todas las circunscripciones en las que se divide Pamplona recogieran su pedacito de protagonismo. Adiós a las aglomeraciones, tan perjudiciales en tiempos de pandemia, y bienvenidos a un prisma que, como poco, merece la pena contemplar. Sigan adelante y saquen sus conclusiones. Es el momento de cambiar. O no…
MENDILLORRI PLENAMENTE PREDISPUESTO
‘Viajemos’ hasta Mendillorri. ¿Qué opinan en la asociación de Comercio, Hostelería y Servicios? El colectivo, en marcha desde 1995, no ve descabellado en absoluto que la fiesta pueda diseminarse por los diferentes barrios de la capital. A su parecer, su zona se encuentra relativamente cerca del centro que todos conocemos. “Tenemos muchos espacios amplios para conciertos”, plantean, dejando claro que el gremio que representan está más que dispuesto a hacer “lo que haga falta” para que sus calles no se conviertan en un mero espacio dormitorio.
Para ello, creen que el Ayuntamiento de Pamplona puede aprovechar este 2021 para realizar planteamientos, ofreciendo actividades y obviando centralizar el ocio.
LOS JÓVENES: SÍ PERO NO, NO PERO SÍ
La alternativa de diseminar los eventos recibe un golpe de efecto desde el prisma de quienes pronto se convertirán en adultos. Valentina Holguín, miembro de la comisión del Consejo de la Juventud, es quien pone palabras a ese otro punto de vista. Sus reflexiones muestran la visión de cientos de jóvenes, un sector que, sin duda, se necesita tener en cuenta para el adecuado diseño de unos futuros Sanfermines.
Para empezar por el principio, uno de los factores que más une a la gente en esos nueve días de asueto está directamente relacionado con adentrarte en cualquier calle del centro y encontrarte con amigos a cada instante. “Puede que haciendo la fiesta en otros barrios se deslocalizase, lo que provocaría perder parte del encanto”, expone. Es por este argumento por el que Valentina ve “complicado” disgregar el ocio por edades. “Siendo las fiestas que son, donde todo el mundo se mezcla con todo el mundo, no creo que a la ciudadanía le haga gracia tener que cambiar”, certifica. Es más, está convencida de que San Fermín es una semana que despierta sentimientos y emociones de pertenencia, en el que no importa el nivel económico, estudios, raza… “Lo que interesa es la gente y la unión”, ratifica.
Una vez aclarado, desde el Consejo de la Juventud, entra en harina. Para poder aceptar el cambio, los jóvenes ponen de relevancia la necesidad de crear más puestos de seguridad y atención medica, lo que implicaría mayor coste municipal. Asimismo, Valentina habla de tener en cuenta al colectivo feminista para afrontar posibles agresiones sexuales. “Desgraciadamente, no lo podemos obviar”, señala. Lo que está claro, a juicio de quien forma parte del Consejo de la Juventud, es que la pandemia todavía no ha terminado. “Debemos ser conscientes de que tenemos que seguir manteniendo las distancias, no compartir bebidas ni vasos, usar gel y cuidar el uso de la mascarilla. Podremos recuperar nuestra fiesta, pero debemos arrimar el hombro y no tirar por la ventana todos los avances que se han hecho”, indica. E insiste en respetar las decisiones que se tomen para, en palabras de Holguín, disfrutar de una experiencia de 360 grados.
¿Y LOS VECINOS DEL CENTRO, QUÉ PIENSAN?
Queda claro. Para quienes deben soportar en primera persona la algarabía de miles de personas pasando casi las 24 horas del día por delante de sus casas, las preguntas son más que necesarias. “Plantear estas cuestiones significa reconocer que hay actividades que generan graves molestias y deterioro en la calidad de vida de las personas que residen en las calles y espacios donde se realizan. Tradicionalmente, hemos sido los grandes olvidados por parte de los poderes públicos, que suelen ser reticentes a reconocer estos perjuicios o, en todo caso, los minimizan”, opinan desde Convivir en lo Viejo. Según su experiencia, no se trata tanto de repartir los daños como de replantearse el actual modelo de ocio, consumo y ‘fiesta’. “Nos parece fundamental reflexionar sobre algunas situaciones y actitudes. Es un tema que consideramos más importante ahora que parece plantearse la prórroga de las terrazas creadas y ampliadas, de forma excepcional y ¿temporal? No solo afectan al vecindario del Casco Viejo, sino al de otros barrios de la ciudad”, expresan.
Califican de “alarmante” la actitud de las autoridades públicas, que parecen más preocupadas por alentar la actividad turística y hostelera que conciliar esos intereses con la protección de la ciudadanía, evitando ruidos, molestias y otros problemas de convivencia. “Somos la única comunidad autónoma sin legislación ‘antibotellón’ y el Ayuntamiento de Pamplona ha sido el promotor de las nuevas terrazas, ofreciéndolas a los locales e insistiendo en su instalación. Las medidas excepcionales deberían, por lógica, estar vigentes solo en momentos excepcionales”, valoran.
El principal uso de las calles, dicen, debe ser para las y los peatones y el vecindario, no para tener a los dos lados mesas y sillas de bar. “No estamos en contra de las personas que trabajan en el sector, pero es necesario mostrar los efectos negativos de la excesiva explotación del barrio. “Detrás de las fachadas vivimos personas”, reiteran. Está claro que, una vuelta, al menos, hay que darle.
LAS POSIBILIDADES QUE BARAJA EL AYUNTAMIENTO
Dentro de toda esta amalgama de ideas y reflexiones. ¿Es realmente posible? ¿Qué piensan en el Ayuntamiento de Pamplona, epicentro de la organización de una de las mayores citas internacionales? Para comprobar hasta dónde serían capaces de estirar la cuerda quienes se ocupan del área de Cultura, su director general, Jorge Urdánoz, tiene algunas cosas que contar…
Para empezar por el principio, el responsable guiña el ojo a la realidad que ya existe. “Ya encontramos insinuaciones de fiesta por la periferia, como el 6 de julio, en el que en cualquier barrio de Pamplona (y de poblaciones adyacentes) nos podemos encontrar grupos de gente almorzando antes del chupinazo”, sostiene. Pero para saber cómo de complicado sería romper una costumbre tan arraigada, desde el consistorio matizan que el hábito no está tanto en el lugar, sino en lo que sucede en ese espacio. “Está claro que San Fermín es sobre todo una fiesta de calle. Ver la ciudad abarrotada, teñida de blanco y rojo, crea un sentimiento colectivo y una predisposición a disfrutar que es intrínseca al desarrollo los propios Sanfermines”, dice Urdánoz. Y añade: “¿Sería capaz la ciudad de crear diferentes espacios festivos diseminados por la periferia y mantener en ellos ese nivel de ambiente? No parece posible”.
LO QUE HAY
Llegados a este punto, merece la pena insistir: ¿Y si se disgrega atendiendo a perfiles de edad? “Justamente este aspecto se desarrolla a día de hoy”, refuta Urdánoz. En la Rochapea están las barracas, en el II Ensanche (llegado casi al Soto de Lezkairu) parte de las actividades infantiles, también en el II Ensanche se llevan a cabo los conciertos para gente mayor, pasacalles y teatros infantiles. La feria de ganado se asienta en Agustinos… “Son numerosas las actividades que se realizan actualmente en otras zonas que no son el centro histórico (especialmente las enfocadas a un público familiar), con la intención de conciliar su desarrollo y ofrecer a la ciudadanía diferentes formas de ocio”, asegura.
Recordemos en este punto que intentos por ‘llevar’ la fiesta a otros espacios ya se propusieron en el pasado. Las primeras, en tiempos de Joaquín Pascal. En junio de 1998, el ocio se amplió a Yamaguchi, con un espectáculo de luz y agua a diario a medianoche. ¿Sería ahora una posibilidad real? Para Jorge Urdánoz, todo pasaría por cambiar el concepto del evento. “Un acto puramente festivo no puede estar diseminado por muchos sitios”, mantiene el director general del área de Cultura.
Pero dando por sentado que ‘imposible no hay nada’, hagamos el esfuerzo. En el hipotético supuesto de tratar de ‘sacar’ algunos eventos del centro, desde el Ayuntamiento de Pamplona mantienen que trasladar determinados eventos les harían perder parte o todo su significado. “¿Tendría sentido correr un encierro en una gran avenida? ¿Podría San Fermín salir en procesión desde otra parroquia? ¿Conseguirían las peñas, recorriendo los diferentes barrios de Pamplona, movilizar a la gente como cuando salen de la plaza de toros?”, se pregunta Jorge. Y rápidamente se responde: “Creo que todos somos conscientes de que esa diseminación de la fiesta acabaría con la esencia de la misma”.
COSTUMBRES DE SIEMPRE
Es entonces cuando entra en juego todo lo que hemos peleado este año, con una pandemia de por medio. En este escenario de segunda suspensión consecutiva, Urdánoz opina que los hábitos de la gente no cambiarán sustancialmente una vez que toda la población ya esté vacunada y sea seguro estar sin mascarilla. “Como Ayuntamiento siempre velamos por la seguridad de las personas, y en la media en la que los eventos se hagan ajustados a las medias sanitarias vigentes, programaremos en respuesta a lo que la gente demande”.
¿Sería viable sustituir a los Sanfermines? Para el equipo de gobierno se trata de una fiesta que evoluciona permanentemente. “Las fiestas de hace 50 años eran considerablemente distintas a las de ahora. Y las de hace 100 años, todavía más”, sostiene Jorge. “Yo confío en que el San Fermín del futuro deje más espacio a la calidad artística y a la diversidad de las disciplinas culturales, en lo que suponga un replanteamiento de ciertos aspectos de las fiestas, así como la atracción de nuevos públicos”, añade. A su entender, es un hecho que la imagen exterior actual está asociada a elementos que, los que vivimos la fiesta, sabemos que no la representa. “Este cambio de percepción es una labor que se debe trabajar de forma conjunta para que toda persona encuentre su espacio”.
LA ARQUITECTURA, DETERMINANTE
Está claro que la predisposición a reflexionar es buena, con independencia de la respuesta. Pero para poder materializar las ideas es necesario que la base sobre la que se pretende actuar sea la adecuada. Siempre será complicado pintar un cuadro sin lienzo que lo sostenga. Por ello, para averiguar hasta qué punto es factible esta supuesta transformación de los Sanfermines, con eventos diseminados, la voz de la arquitecta urbanista María Urmeneta.
Vaya por delante que, como ya hemos dicho, existen actos que ya se han trasladado ‘a la periferia’: el chupinazo, las actividades para txikis y adolescentes; las barracas… A ojos de María, se trata de unas fiestas de improvisación, pero también tradicional: cada acto tiene su localización. “Para trasladar San Fermín a la periferia sería necesario generar actividades vinculadas a los nuevos espacios, crear nuevas tradiciones. Pero esas ‘modernas’ actividades tendrían que salir de la gente, desde la base de la participación o de un grupo con suficiente tirón entre la población para trascender de lo particular y llegar a lo general”, constata la especialista.
Para Urmeneta, la clave pasa por un consenso. “Hace falta una atracción que genere suficiente interés para competir con el barullo espontáneo en el centro”, mantiene. San Fermín es tradición y, como tal, su espacio natural late en el corazón de la ciudad. “Pamplona tiene un tamaño manejable y puede permitírselo, aunque es necesario descargar al Casco Viejo de ruido durante una parte de la noche, ya que los vecinos soportan una sobrecarga sin contraprestación”, valora la especialista.
De hecho, desde el programa oficial bien se podrían expandir determinados actos, como el recorrido de los Gigantes, los de las Peñas, la música… “Pero a nivel individual o de grupos y cuadrillas hay ritos propios que tienen su espacio, y que, por el momento, están en Casco Viejo y aledaños. Es algo que el programa oficial no va a cambiar”, avisa.
Por ello, si San Fermín sigue vinculado al encierro y a las reses, la Plaza de Toros permanecerá como foco inamovible de la fiesta, aunque su capacidad de 20.000 personas es una parte mínima de la población que participa en ella. “El traslado de la Plaza de Toros ya fue publicado como una inocentada, al igual que planteado el nuevo recorrido del encierro hasta Lezkairu, el traslado de la churrería de la Mañueta y del Casino Principal. Por el momento suena a chiste”, dice esta arquitecta.
Por ello, desde el punto de vista urbanístico, María se pregunta: ¿Y en los Caídos? “Tenemos la posibilidad de sustituir el monumento por un espacio destinado a ser otro epicentro de la fiesta, sin por ello atentar a la memoria histórica. Está situado estratégicamente en el eje más visual y emblemático de la ciudad”, propone. Y recuerda que en Pamplona existen espacios suficientemente relevantes para ser utilizados por una multitud, especialmente las zonas verdes, como ya sucede con los fuegos artificiales en la Vuelta del Castillo.
LOS ACTOS TIENEN SU ESPACIO Y SU SENTIDO
Siguiendo esta estela reflexiva, aparece la voz de la arquitecta Edurne Ramírez Elcano; quien ve imposible responder a estos interrogantes solamente desde su faceta profesional. “Me pregunto si las palabras diseminación y fiesta no son antagónicas en sí mismas”. Y se explica: Si de lo que hablamos es verdaderamente de San Fermín, implica dejarnos impregnar por el bullicio y la euforia y contagiarnos de un sentimiento que se desata un 6 de julio y nos invade 24 horas durante 9 días en un continuo de música, txarangas, jotas, encierros, toros, comidas populares, almuercicos, fuegos, barracas, conciertos, y el contacto con los amigos y nuevos encuentros espontáneos… “Diseminar implica cortar el hilo conductor, esa continuidad que la hace posible”, expone.
Según su reflexión, podríamos vivir una cierta celebración y llevar algunos actos a la periferia (la actividad en la ciudad lo agradecería), pero la fiesta necesita de ese vehículo invisible. Por ello, dando un paso más, Edurne Ramírez habla de habilitar aquellos espacios de los que dispone Pamplona, implementar una movilidad ágil y segura; además de medidas sanitarias y tecnológicas, ventilación pasiva, control de aforos, etc… “Pero lo que de verdad necesita la ciudad es algo intangible, fundamental y mucho más difícil de conseguir: vivir con libertad el contacto interpersonal sin miedo y una tranquilidad transversal a todas la edades, que permita alcanzar el grado de ebullición imprescindible para que la fiesta se desenvuelva. Hoy no, pero se conseguirá”, confía.
Y como no puede ser de otro modo, esta profesional de la Arquitectura apunta a espacios como parques, plazas, frontones, la plaza de Toros o edificios dotacionales tipo El Sadar, Navarra Arena, polideportivos o referentes como Anaitasuna, Oberena… para trasladar algunos actos. Sin embargo, prosigue, el lugar de la fiesta por antonomasia es la calle. “Como la jota del 7 de julio en la pequeña plaza del Consejo”, cita de ejemplo. En todo caso, dice, podríamos pensar en que este 2021 no pase desapercibido, quitarnos la txirrinta, celebrando en estos grandes espacios eventos que le rindan homenaje y prendiendo de sus estructuras nuestros pañuelicos rojos, a la espera de que un 6 de julio podamos anudárnoslos al cuello como San Fermín merece. “Sería bonito”. ¿Le parece?