¿Se puede pedir más?
Juanma Torrens 13 de enero de 2019
Entre todos lo mataron y él solito se murió. Esta es la impresión que he sacado tras asistir el Jueves 9 de enero al Pleno Municipal en el que se debatía la aprobación de los presupuestos del 2019 y las alegaciones a la normativa de pisos turísticos y residencias eventuales, entre otros asuntos.
Unos achacan a otros haberse saltado el acuerdo alcanzado, otros achacan a unos chantaje con los presupuestos, aquellos dicen que no existe problema de turistificación en la ciudad y que hay que promocionar los establecimientos hoteleros y hosteleros porque son el motor de la economía, los de más allá insisten en liberalizarlo todo y los de acullá no ven problema en permitir extender la oferta hotelera sin límites. El vecindario observa una vez más como el valor residencial de sus viviendas mengua día a día con cada nueva actuación de los grupos municipales.
Parece que nadie quiera ver que muchas calles del Centro Histórico son un bar a cielo abierto de jueves a domingo con escándalo, suciedad y evacuaciones callejeras incluidas, que las cafeterías funcionan como discotecas, que las degustaciones de café, en ciertas fechas del año, cambian el café por el cubata, que las heladerías sirven cerveza y vino a la par que helados de tuti fruti, que las tiendas de chuches en realidad son licorerías, que el espacio ciudadano se reduce obsesivamente cada día que pasa con nuevas terrazas que pernoctan en la vía pública saltándose la normativa existente, que el ruido de bares y clientela impide dormir a la gente de este barrio, que hay un sustancial aumento de maletas que ruedan cada fin de semana por nuestras calles concentrando gran parte de pisos turísticos muchos de ellos ilegales y que grandes grupos de inversores van a la caza de bloques enteros en busca de rápidos y pingües beneficios, que los que propiciaron la burbuja inmobiliaria arruinando nuestras modestas economías, grupos de inversores en los que no faltan promotores, constructores, transportistas… ahora se dedican a inflar la burbuja hostelera. Todos dicen que es un problema de difícil solución. De difícil solución es la secuenciación del genoma humano. El que la gente consuma dentro de los límites del bar es tan sencillo como respetar el código de circulación o la ley de prevención del tabaco. Para conseguirlo lo primero que hay que hacer es intentarlo y está claro que este equipo de gobierno no lo ha hecho (el anterior tampoco pero de eso hace cuatro años).
Instaurada de facto una discoteca a escasos tres metros del Ayuntamiento (y además en terreno municipal) ahora, y justo en el otro lado de la Plaza de Los Burgos, se dará licencia a un albergue de 277 plazas que, aseguran, alojará turismo familiar, civilizado y correcto y, como no podía ser de otra manera, incluirá una cafetería y una terraza anunciada hace ya meses, diseñada infográficamente y publicitada por la prensa local. A ningún grupo municipal le gusta la idea del hostel UNZU, excepción hecha de UPN que habla sin complejos y quizá sea el único sincero de ellos, pero entre todos han propiciado que el proyecto salga adelante.
Mientras tanto el barrio sigue perdiendo residentes y ganando visitantes para mayor beneficio de inversores y rentistas. Sus vecinos malvenden sus pisos para escapar de la quema y los chavales desparecen del barrio mientras los alquileres suben a precios desorbitados. El optimismo de los beneficiarios del ocio hostelero crece convirtiendo el sueño de Barcina de hacer del Casco Viejo una galería comercial de bares y discotecas en una realidad llevada a cabo precisamente por los grupos “progresistas” de Iruña. ¿Se puede pedir más?