Confieso que me ha sorprendido su artículo, cuyo argumentario es de una simpleza y falta de visión ciudadana, y lo digo sin ánimo de ofenderle por lo que le respondo a algunos aspectos:
Primero, me gustaría puntualizarle que es primordial, para la convivencia, el ejercicio ciudadano, saber que la libertad de uno termina donde empieza la del otro. A eso se le llama respeto.
Muchos de los que vivimos en la parte vieja de la ciudad no hemos escogido vivir en medio del ruido. Cada uno tiene sus circunstancias: unos lo hacen porque no tienen otra opción, otros porque no consiguen vender sus viviendas y salir del ruido, otros porque encuentran un alquiler más asequible, ancianos que difícilmente se moverán donde siempre han vivido, entre muchas otras razones. Es decir, no por vivir en el casco antiguo nos gusta la marcha/botellón.
En poquísimo tiempo el casco viejo se ha transformado en el bar de la ciudad. Yo misma, cuando adquirí mi piso, la zona donde vivo era tranquila, muy diferente del ruido constante y diario.
Segundo: Los vecinos del casco viejo tenemos derecho a la tranquilidad, tanto durante la semana como fines de semana, lo que, si usted no lo sabe, en muchos casos, no ocurre en ninguna de las dos situaciones. Y creo que usted no es consciente cómo ello repercute en la salud de las personas.
A ello se suma la omisión del Ayuntamiento, cuando no, la dificultad de hacer nuestros derechos algo efectivo. Si el Consistorio se lucra con las multas, no hay que indagar mucho para afirmar que la cultura de las charangas a las que le sigue el público -¡copa en mano!-, son también una alegría para la hostelería.
Entre los vecinos en esta situación hay mayores, gente enferma, gente que tiene que trabajar y a la que le gustaría disfrutar del espacio público en otras modalidades culturales que no sean el del copeteo, el ruido, la basura, las vomitonas, -incluso dentro de nuestros portales-, grupos de gente rompiendo contenedores o gritando como unos hooligans. Créame, otra cultura es posible y hay gente que la practica.
*Firman este artículo Sandra Beltrán y algunos miembros de la Plataforma Vecinal Convivir en lo Viejo.