Prioridades
Jorge Nagore – Miércoles, 31 de diciembre de 2014
Comentaba en este periódico una vecina de la Milagrosa en una carta al director las molestias más que serias que sufre el barrio a causa de las bajeras de ocio para jóvenes, algo que basta con imaginarlo para darle la razón, ya que no solo en el Casco Antiguo y su inmensa cantidad de bares hay problemas. Los hay en muchos barrios, en la gran mayoría. Es que en nombre del sacrosanto ocio -del propio- se cometen una cantidad enorme de excesos que ningún alcalde, concejal, votante o practicante del ocio aguantaría debajo de su portal o enfrente. No durarían las ordenanzas ni medio mes. Estas cosas de las bajeras y de los bares y las discotecas y las salas de conciertos y todo esto por fuerza tienen que tener un término medio. Lo que no es admisible es que tengan que ser siempre los vecinos hartos y agotados los que tengan que parecer unos exagerados o unos ancianos de balneario, como puedo parecerlo yo. Es que no tiene nada que ver con eso, es una cuestión de -muy por encima del respeto, que es fiar a la naturaleza humana lo que la naturaleza humana lleva siglos demostrando que no es su fuerte- ley y protección. Protección del vecino, por encima de todas las cosas. Y una vez que está asegurado eso, adelante con el ocio ajeno, pero nunca antes, como sucede y ha sucedido. No sé, sin ánimo de señalar, pero seguro que muchos vecinos de la anteriormente tranquila zona de Santo Domingo no aplauden tanto con las orejas con la apertura del nuevo lugar de moda, que seguro que es fantástico. Porque por mucho que hayan cambiado los patrones de ocio, los horarios, la forma en la que los padres conducen a sus hijos de 16 a 22 años, lo que no ha cambiado es la naturaleza humana: necesita vivir su vida sin interferencias desagradables permanentes. En lo Viejo, en la Milagrosa, en San Juan y en casa del alcalde. Y esto siempre ha sido así y siempre lo será.