Perogrulladas y discotecas
Xescu Prats 21 de febrero de 2017
La Real Academia de la Lengua define «perogrullada» como aquella verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla. El término viene a cuento en relación a un sonrojante informe titulado ‘Pros y contras del turismo de ocio en Ibiza’, que incluye el ‘Anuario de turismo de las Illes Balears’ de la Fundación Gadeso. Sus contenidos son tan obvios, sus omisiones tan flagrantes y sus conclusiones tan cogidas por los pelos, que en condiciones normales lo más aconsejable habría sido relegarlo al olvido.
Sin embargo, fue presentado a los medios de comunicación y, gracias a Internet, ha quedado para los anales. Será una buena herramienta para los prebostes de la noche, que a buen seguro nos lo servirán como aderezo para hacernos comulgar con sus ruedas de molino, en esos panegíricos donde se quejan de los alcaldes, la competencia o la incomprensión ciudadana.
Diario de Ibiza abría el jueves con un titular que define perfectamente el cariz del documento: «Un estudio afirma que el ocio nocturno es el sostén de la economía ibicenca». Los autores alcanzaron esta conclusión tras una concatenación de obviedades: «el turismo de discotecas es el principal complemento de sol y playa», «las discotecas de Ibiza figuran entre las mejores del mundo», «aquí trabajan los mejores disc jockeys»… Vamos, una epopeya de la investigación antropológica.
El surtido de perogrulladas permitía a estos analistas asegurar que «si Ibiza dejara de ser referente mundial en discotecas, perdería gran parte de la diferenciación y con ella las ventajas económicas implícitas». En consecuencia –atención a la frase–, apostillaban que «no parece demasiado sensato dificultar un sector en el que Ibiza es líder mundial». Vamos, que a las discotecas ni tocarlas. Lo surrealista es que los autores alcanzan semejante corolario sin aportar un solo dato. No hay comparativas de crecimiento por temporadas, no relacionan la facturación del sector con la industria turística, no hay cifras de las empresas… Sólo aportan facturación anual (400 millones) y puestos de trabajo (8.000), aunque ellos mismos advierten que son números «que hay que tomar con mucha cautela». Es como el chiste de aquel que se comía las lentejas por las orejas, palmo más, palmo menos. Cualquiera que haya leído informes mínimamente serios sobre turismo (INE, OMT, Instituto de Estudios Turísticos, Exceltur…) llegará a la misma conclusión: no estamos ante un estudio riguroso ni científico, sino que más bien parece un traje a medida para justificar los despropósitos vividos hasta el momento y los que están por llegar.
El contenido más urticante del artículo, sin embargo, aguarda en el ridículo apartado sobre los aspectos negativos de las discotecas: «ruidos», «contaminación lumínica», «atascos de tráfico», «problemas de aparcamiento», «molestias en el entorno» y la «percepción de un efecto imitación entre los jóvenes», que les empuja a las drogas y a prácticas sexuales de riesgo. Este último extremo incluso lo ponen en duda.
Ni una línea dedicada al enorme lastre que implica para la imagen de Ibiza el desmadre asociado a la fiesta sin control, el consumo desenfrenado de drogas, las muertes de jóvenes que se arrojan por los balcones… Una tara que borra progresivamente del mapa a otros segmentos antaño importantes: turismo familiar, de patrimonio histórico, naturaleza, deportivo… Ahí radica, sin duda, una de las causas del crecimiento desaforado de ese sector que se define con el eufemismo «ocio».
Tampoco se alude a la corrupción policial asociado al ecosistema de la noche, la saturación del marketing de las discotecas en cada rincón de la isla, las fiestas ilegales que organiza el propio sector en casas particulares, el enorme porcentaje de facturación que vuela fuera de la isla, la intensa estacionalidad que generan las discotecas o la celeridad con que la Ibiza de la noche ha vulgarizado el aura hippie de antaño; esa misma que sí nos hizo un destino turístico diferente.
Se obvia, asimismo, lo más importante: las enormes tensiones sociales que generan los incumplimientos sistemáticos de los horarios y los aforos, la degeneración de las playas con los beach clubs y las graves deficiencias de seguridad que denuncian los propios empleados. Ni siquiera se menciona el hecho de que destacados empresarios hayan sido detenidos por blanqueo de capitales, pese a que la noticia apareció en todos los informativos del país.
Decir que el sector de las discotecas genera, directa e indirectamente, una parte sustancial de la economía de la isla constituye una perogrullada. Igual de burda que señalar que la fiesta ha destruido, además de la convivencia, otros segmentos de turismo que convivían notablemente mejor con la forma de vida y un territorio tan delicado y limitado como el nuestro.