Maravillas II
Paco Roda 20 de agosto de 2018
Maravillas Gaztetxe ha sido liberado tras ser decretada la desjudicialización de la segunda okupación. Hemos pasado de la rabia al nirvana en menos de 24 horas. Y mucha gente en voz baja se hace preguntas. Y es que un grupo de jóvenes románticos, encadenados a la fantasía del mundo, formados, idealizados y socializados en nuevas formas culturales y políticas, jóvenes sin lugar alguno en los formatos diseñados por la oferta amabilizada de participación política de la ciudad, jóvenes desheredados de revoluciones fallidas y amalgamados en nuevas transversalidades de género, identidad y de clase, han puesto contra las cuerdas a un Gobierno que alardea de progreso. Y lo han hecho desde la resistencia y la no violencia. Gentes que defienden un espacio-refugio, pues nada hay ahí afuera que merezca su interés, un espacio desde el que se ha devuelto al barrio un producto en clave de participación. Pero en este caso no se trata de la participación institucional que incorpora hasta las lógicas de sus propios impugnadores. Es otra cosa.
El Gobierno, forzado por su propia gestión del conflicto, se atrinchera argumentalmente en que Rozalejo es un espacio publico. Y que debe ser de todos. Cierto y muy cierto. Pero un espacio publico a veces no se valida desde la titularidad, sino desde el contenido, desde los productos que se ofrecen, desde los mecanismos de control y anticontrol. Conozco espacios públicos vacíos altamente costosos para la ciudadanía. Otra cuestión es querer salvar el escollo de la legalidad a la que el Gobierno, y todos los gestores políticos deben responder. Y eso puede costar un gobierno. Que es lo que ha estado a punto de ocurrir.
Por eso, mucha gente se pregunta qué ha ocurrido en el seno del Gobierno para que en menos de 24 horas haya pasado de la tensión a la distensión.
Uno se pregunta qué negociaciones ha habido, quiénes, a qué coste, que discursos se han manejado, qué enfrentamientos, qué se ha puesto sobre la mesa, qué expectativas y sobre todo, sobre todo, cómo se han asumido y gestionado las contradicciones de cada grupo de gobierno frente a este conflicto. Cómo se ha gestionado la obligación y la devoción.
Sea lo que sea, este grupo de jóvenes ha logrado movilizar las ultimas voluntades de todo un Gobierno. Ha logrado alterar las agendas políticas oficiales. Y ha puesto a prueba su capacidad de sostener en pie el «cambio», ese dichoso cambio que obliga para bien y para mal.
Y esto es la demostración de su fuerza como agente político. Porque esta chavalería ha venido para asaltar los procesos de regeneración de la socialdemocracia. Que es lo que hay. Solo me preocupa una cosa, que este proceso no derive en una dinámica estetizante, esa que convierte las movilizaciones en espectáculos multicolor.