Los vecinos de Navarrería dicen «basta» al botellón que padecen en calles y portales
MIKEL SOLA – 28.06.2020
LAS CUADRILLAS QUE BEBEN ALCOHOL FUERA DE LOS LÍMITES PERMITIDOS SE HAN INCREMENTADO TRAS LA ETAPA DE CONFINAMIENTO. EXIGEN QUE SE RESPETE EL DERECHO AL DESCANSO Y PIDEN AL AYUNTAMIENTO QUE APLIQUE LA ORDENANZA MUNICIPAL DE CONDUCTAS CÍVICAS
Ruido, suciedad, pedir permiso a la gente que bebe en los portales para poder entrar a casa… Desde hace años, los vecinos de Navarrería sufren el botellón que se organiza en su calle los jueves, viernes y sábados. La temporada más conflictiva es de mayo a octubre, pero alertan de que, tras el confinamiento, el botellón ha ido a más y que este tipo de actos ayudan a que haya un posible rebrote. Por eso, cuando la semana pasada la calle se llenó de gente con latas y litronas de cerveza, los vecinos dijeron «basta»: protestaron con una cacerolada y silbidos y colgaron una pancarta de balcón a balcón en la que se podía leer «Botellón EZ. Nabarreria Borrokan». Anuncian que «seguiremos adelante con la lucha» y añaden que les gustaría que esta protesta generase «un debate sobre qué tipo de Pamplona queremos».
Josu Larrea es vecino de Navarrería y muchas veces tiene que pedir permiso para poder entrar en su casa: «Les tienes que decir que te dejen pasar. Algunos te miran con mala cara porque molestas», señala. Los días que hay mucha gente, además de pedir permiso, Larrea se ve obligado a dar un rodeo: «Si no voy por la calle Curia, no puedo llegar a mi casa», explica. Los problemas también continúan cuando está en casa, con ruidos que dificultan el sueño, y a la mañana siguiente lo primero que se encuentran al abrir el portal es «suciedad y más suciedad». Además, han tenido que cambiar la puerta del portal «porque la gente se apoya y lo estropea». Larrea también relata que algunas veces «las ambulancias han tenido dificultades para entrar». Ante estas situaciones que se repiten semanalmente, el vecindario denuncia en un comunicado que estas «actitudes incívicas e irresponsables» hacen «insufrible la vida». Según este vecino, hay mucha falta de empatía, recuerda que en el Casco Viejo viven «niños y gente que tiene que trabajar de par de mañana» y señala que el ocio está «muy bien», pero que «el descanso es imprescindible».
Larrea opina que lo que está sucediendo es un movimiento vecinal «incipiente» y «espontáneo». Sin embargo, reconoce que antes ya existían movimientos como fue en su origen Convivir en lo Viejo. «Los días de confinamiento podíamos hablar tranquilamente de balcón a balcón y nos dimos cuenta de que se podía vivir en Navarrería. Escuchamos hasta los pájaros. Increíble», valora. Durante esas conversaciones, se dieron cuenta de que «la inquietud» respecto al botellón no era minoritaria: «Vimos que era un problema que afectaba a todos los vecinos», indica. Así que se pusieron manos a la obra y establecieron cuáles iban a ser sus principales reivindicaciones, tales como que se respete el derecho al descanso y el derecho al tránsito vecinal. Para cumplir esos dos objetivos, con el apoyo de Convivir en lo Viejo y AZ Ekimena, piden al Ayuntamiento de Pamplona que regule el botellón y que aplique la Orden Foral 202/2002 y la Ordenanza Municipal sobre promoción de conductas cívicas y protección de espacios públicos.
La Orden Foral 202/2002 establece, en su artículo 4, que los bares pueden servir bebidas «para su consumo en la barra, en mesas o en terrazas exteriores previamente autorizadas». Según Belén Lora, vecina de Navarrería y miembro de Convivir en lo Viejo, la normativa no se está cumpliendo: «Se está consintiendo el botellón cuando la Orden Foral no permite el consumo más allá del espacio autorizado». Belén opina que en Navarrería el «botellón está yendo a más» y que está «provocando el exilio de vecinos». Añade que el Casco Viejo no debería ser un lugar en el que únicamente se va a beber sino «un barrio residencial».
«INACCIÓN» MUNICIPAL
La Ordenanza municipal sobre promoción de conductas cívicas y protección de espacios públicos tiene como objetivo «garantizar la convivencia ciudadana en armonía» y persigue «sancionar las conductas incívicas». En el apartado específico de ruidos, artículo 20, la Ordenanza establece que «todos los ciudadanos están obligados a respetar la tranquilidad y el descanso de los vecinos y a evitar la producción de ruidos que alteren la normal convivencia». Sin embargo, según los vecinos, esta Ordenanza se incumple en Navarrería «delante de los ojos de una corporación que mira para otro lado y no hace nada para evitarlo».
Toni Iragi, de AZ Ekimena, no entiende por qué el Ayuntamiento de Iruña «no la aplica». Para él, debido a la inacción municipal, Navarrería «se ha convertido en una terraza gigante», cuando también debería servir «de paseo» y «una plaza en la que los txikis pudieran jugar». Desde AZ Ekimena creen que el equilibrio es necesario: «Hay que poder vivir en el Casco Viejo y a la vez poder disfrutar de él». Para ello, piden a la ciudadanía «responsabilidad, sentido común y que tengan claro que es un barrio donde vive gente». Josu Larrea sí que sabe a qué se debe la pasividad del Ayuntamiento de Iruña: «Les ha ido muy bien con el modelo de hostelería y turismo que han impuesto. Parece que el Casco Viejo solo es un lugar de potes. Este modelo, sin embargo, ha quitado al vecino el espacio donde vivía».