Los orines y la suciedad colman el vaso en la Plaza del Castillo
Noelia Gorbea 26/10/2022
Conocido como el sentido más emocional del ser humano, el olfato, dentro de poder evocarnos un recuerdo o directamente a esa persona que tanto pinta en nuestra vida, también puede convertirse en arma arrojadiza cuando de malos olores se trata. A pesar de ser lunes por la mañana, el parking de la Plaza del Castillo sigue escondiendo parte de lo sucedido durante el fin de semana. Una mezcolanza de aromas que para nada recuerdan a perfume recién estrenado.
Basta caminar escaleras abajo para notar cómo la intensidad de un olor totalmente desagradable incrementa a cada escalón. Orines amontonados que se cuelan por las fosas nasales y que, a pesar de ser día laborable, los restos son más que visibles.
Y aunque es verdad que algunos accesos a estas plantas reservadas a personas abonadas y/o residentes en el Casco Viejo, también lo es que otras puertas permanecen abiertas al público general. Bien por no cerrarse correctamente, bien por el motivo que sea. Una tesitura que enerva a quienes pagan un dinero por mantener sus vehículos a resguardo. «No puede ser que vengamos a coger o dejar el coche un jueves, viernes, sábado o domingo y haya gente meando en cualquier lado», lamentaba Jordi, una de esas personas que cuentan con plaza en estas plantas reservadas.
Pero eso no es todo. Fuera, en el exterior, los problemas a ojos de los vecinos siguen siendo una constante. Y si hace unos días ya lo denunciaba una plataforma de afectados, el día a día demuestra que las reivindicaciones siguen un trazado.
A pesar de que las máquinas de limpieza del Ayuntamiento de Pamplona ya habían cumplido su función, algunos restos tenían que ser recogidos por los trabajadores de diversos locales hosteleros. «Siempre quedan papeles», decía una de estas empleadas, que prefería no decir su nombre, a la altura del número 11 de la Plaza del Castillo.
Papeles, un par de mascarillas usadas, un cascote de botellín de cerveza… Restos, mínimos, de la escena que describen los vecinos antes de que los barrenderos cumplan con su cometido. «La Plaza del Castillo adquieren otra imagen muy diferente de la que se encuentra la gente cuando llega. Las máquinas enseguida se llevan la basura, pero lo cierto es que se genera y acumula a los pies de nuestras casas«, indicaba Luisa Fernández entrando a su domicilio, muy próximo a la administración de Loterías.
En este contexto, también quedan incluidas esas suelas de zapatos que se quedan pegadas en las inmediaciones del pasadizo de la Jacoba a primera hora de la mañana o esas marcas de orines en la esquina entre el Hotel La Perla y el bar Windsor. «La gente no tiene ningún respeto», valora Fermina Garrido, repartidora, y quien asegura que la imagen es constante.
También molestan los excrementos de palomas, la proliferación de eventos en el centro de la ciudad y los ruidos derivados de quienes incumplen la norma de no sacar bebida a la calle. Pero eso, dicen, aunque también forma parte de la pelea, de momento se conforman con un primer paso que consideran es más que de justicia. «Respetar a los demás debería ser algo que ni siquiera tendríamos que pedir«, coincidían vecinos como Jesús Basarte y Unax Berrade.