Iván Murray: «La turistización es la muerte de la ciudad»
Ángel Munárriz 21 de mayo de 2018
El geógrafo, analista crítico de la primera industria española, afirma que hemos pasado del «todo urbanizable» de Aznar al «todo turístico» de Zapatero y Rajoy
«Hace dos días estalló una burbuja espectacular y estamos de lleno en otra», advierte
Alerta del dominio del sector por parte del «capital financiero más salvaje», con Blackstone como puntal
Iván Murray, doctor en Geografía por la Universidad de Baleares y máster en Sostenibilidad Medioambiental por la de Edimburgo, es un referente del estudio de las dimensiones económica, social y medioambiental del fenómeno turístico en España. Nació en 1970 en Sóller, en la Sierra de Tramontana, origen que determinó su interés por el turismo, batuta de las «coreografías del poder en las islas» al mismo tiempo que embocadura del «callejón sin salida al que hemos llegado», según observa con su pausada elección de los términos. Autor de Capitalismo y turismo en España. Del «milagro económico» a la «gran crisis» (Albasud), obra imprescindible para el análisis crítico de la primera industria del país, dos intelectuales heterodoxos lo han marcado profundamente: José Manuel Naredo (1942), divulgador de la economía ecológica en España, y Ramón Fernández Durán (1947-2011), ingeniero, urbanista y activista antiglobalización. infoLibre conversa con Murray sobre el turismo y sus circunstancias. Es decir, sobre poder y precariedad, sobre historia y futuro, sobre riqueza y pobreza, sobre construcción y desindustrialización, sobre gentrificación y malestar social, sobre el capitalismo y sus alternativas, sobre Meliá y Airbnb. Sobre economía y política.
PREGUNTA: En su isla, Mallorca, el turismo lo abarca todo.
RESPUESTA: Lo cose todo. Nada se escapa. Nuestras biografías, contradicciones y conflictos extremos.
P: ¿Por ejemplo?
R: Buscar un sitio donde vivir es algo realmente imposible si lo comparamos con otros puntos, en la península. Aquí todo se transforma en mercancía turística.
P: Baleares es cuna de grandes empresarios turísticos.
R: Y no sólo eso. El archipiélago balear jugó un papel central en la salvación del régimen fascista en los 50, cuando estuvo a punto de morir por falta de oxígeno financiero. La revolución turística permitió la entrada de unas divisas extraordinarias y puso en marcha el circuito de activación de zonas industriales. Empezaron a articularse las dinámicas de este capitalismo canalla, cada vez más financiarizado. El turismo fue el laboratorio de la economía negra, sumergida, del blanqueo de capitales. Fue un laboratorio de experimentación financiera antes de la globalización. El turismo fue una pata crucial del desarrollismo. Fraga, que era un intelectual orgánico, además de ministro, también lo vio claro. Y los tecnócratas. Si no apostaban por esta vía, lo tenían crudo en términos financieros. Pero además de los aspectos crematísticos, la vía turística tuvo un papel nada despreciable en la articulación de las relaciones internacionales a partir de los 50.
P: En 1953 se firman los Pactos de Madrid con Estados Unidos y el Concordato con el Vaticano. También por entonces empieza a despegar el turismo. España se abre.
R: Es un momento clave. Se abren las puertas, el régimen se articula y fortalece. Venimos de una fractura, de un desgarro social heredado de la Guerra Civil. Lo que algunos autores llaman «un proyecto de clase» va reforzando a la burguesía que ganó el conflicto.
P: ¿Cuáles eran las familias dominantes en Baleares?
R: Los Matutes, que eran al mismo tiempo banqueros, constructores, cargos políticos… Los Riu, los Escarrer, la familia Fluxá, que al principio estaba en la industria del zapato y de ahí pegó el salto al turismo en el 56 con Viajes Iberia… Pero más que estos figurones, la mayoría bien vinculados no sólo con el régimen, sino con touroperadores internacionales, había también un elenco amplio de lo que podríamos llamar empresarios de la pequeña y mediana burguesía que canalizaron parte de sus ahorros hacia la industria turística.
P: ¿El primer fenómeno expansivo es en Baleares?
R: No solamente. Además no son todas las islas. Está localizado en la Bahía de Palma y en todo el enclave costero. También en zonas de Málaga, Cataluña… Hay un informe del Banco Mundial que sirvió de directriz para los planes de desarrollo y que marcó que las inversiones se tenían que centrar en los que fueron centros turísticos antes de la guerra.
P: En los años 30 el turismo tendría una caracterización totalmente distinta.
R: Era más elitista. Las élites locales y regionales participaban también en buena medida de ese consumo turístico. Lo que viene después es diferente.
P: ¿De dónde proceden esos primeros excedentes de capital que van al turismo?
R: De la agricultura, el comercio, la industria… Ese capital encuentra un nuevo nicho de actividad con unas tasas de beneficio espectaculares. Un hotel se amortiza en dos o tres años. Además en los 60 se produce una coincidencia. Por un lado, a finales de los 60 se empieza a ver la crisis del régimen de acumulación fordista, lo que algunos han llamado «crisis del petróleo», el final del ciclo de los Treinta Gloriosos del capitalismo keynesianista en Europa occidental. A la vez, en el 68-69, muchos capitales, sobre todo británicos y alemanes, se encuentran con que no tienen dónde colocarse.
P: ¿Qué ocurre?
R: Una vez reconstruidas las ciudades, cuando todos los trabajadores ya tenían su vehículo privado, sus electrodomésticos, etcétera, los grandes capitales financieros e industriales buscan nuevo destino. Es curioso. Una ley alemana, la Ley Strauss, desgrava fiscalmente las ayudas al tercer mundo, y ahí entra la inversión inmobiliaria en España. Por ahí se va vehiculando [el dinero]. Llegan los testaferros con las maletas de dinero negro. Del 69 al 73 se produce una auténtica burbuja de construcción hotelera en las zonas turísticas. Pero la gran crisis, reforzada por la crisis política en España, de los primeros 70 hasta principios de los 80, con la ruptura del régimen, propició muchas quiebras de grupos turísticos internacionales. Por ejemplo, cayó la Horizon Holidays.
P: ¿Qué precipitó aquella quiebra?
R: [Los grupos] habían llevado a cabo una lucha de reducción de precios. Cuando subió el combustible, fueron cayendo uno tras otro. Ahí se produjo el caso de la Court Line [importante operador turístico, cuya quiebra afectó a decenas de miles de turistas, sobre el que el sociólogo Mario Gaviria escribió El escándalo de la Court Line. Bancarrota del turismo español]. Entonces se vieron todas las inversiones especulativas, las empresas pantalla… Todo a lo que nos hemos acostumbrado en los últimos años.
P: ¿El sector turístico fue el adelantado de la cultura del pelotazo?
R: No hay que desvincularlo, no podemos analizarlo aisladamente, sino de forma plástica y compleja. Están los que gestionan los viajes, ya desde los 60-70, con sus canales y su gestión financiera. Y la construcción, que se hacía sin permisos. Se cumplía el paripé de una planificación urbanística, pero desde la ley del suelo del 56 los planes y normas subsidiarias los hacen los caciques constructores locales, que se benefician de la planificación de las inversiones, de una reducción de las inspecciones… Así funciona.
P: ¿No ha habido en democracia un intento articulado y a largo plazo de planificación?
R: Siempre con la órbita centrada en los lobbies turísticos y las asociaciones hoteleras.
P: ¿Ninguna hoja de ruta ha fijado objetivos más allá de atraer más turistas y más gasto? Por ejemplo, el Plan de Turismo Horizonte 2020, aprobado en 2011.
R: Sí, ha habido planes periódicos, pero con la idea de aprovechar que España es un destino turístico y sacarle el máximo provecho económico. Se parte del análisis de que el turismo está distribuido de manera desigual. Por un lado, los grandes atolones turísticos, como el levante y los archipiélagos, y luego el resto, que quiere incorporarse a la fiesta. Los planes se focalizan en que vengan más turistas y se distribuyan más a lo largo y ancho del territorio y del año. Los dos eslóganes: la igualdad territorial y la desestacionalización.
P: ¿Cómo es la reestructuración del poder turístico desde aquel reventón de los 70?
R: Se reordenó el capital con una concentración en organizaciones todavía más potentes. Sol Meliá, ahora Meliá Hotels International, pegó el gran salto cualitativo en la crisis de los 70 con la absorción de otras compañías y del paquete hotelero de Rumasa.
P: ¿Cuándo llega el boom no sólo hotelero, sino de vivienda turística?
R: Cuando se redobla la intensidad con la integración en la Comunidad Económica Europea [firmada en 1985]. Los acuerdos económicos limitan las posibilidades de organización socioeconómica de España. Todo lo que fuera actividad productiva, muy entre comillas, se irá centrando cada vez más en el binomio turístico-inmobiliario. Ésta será ya la gran industria del país. Camarero en verano, albañil en invierno.
P: En la última crisis la construcción se la pega, pero el turismo no. ¿Por qué?
R: No, no. Sí que se la pega. Se la pega fuerte. Pero se ha recuperado de rebote.
P: ¿De rebote?
R: Por las tensiones geopolíticas y geoeconómicas en los países vecinos del Mediterráneo. Pero en el momento álgido de la burbuja estábamos en 58 millones de visitantes al año, y en 2009-2010 cae a unos 52,6. Sí cayó.
P: Pero es que ahora estamos en más de 80 millones.
R: Sí, sí, es brutal. Está claro que no todo el incremento son los turistas prestados [de los países inestables del arco mediterráneo]. Ha habido una explosión espectacular. Están los prestados, que sobre todo van a zonas de sol y playa. Y también hay que analizar que han aumentado muchísimo las visitas, pero se van reduciendo las estancias. Cada vez hay más viajeros de fin de semana. Hay que matizar todo esto.
P: La cifra es en cualquier caso…
R: Espectacular. Entre otras cosas porque el turismo ha ido penetrando en muchas zonas que antes estaban al margen de la fiesta.
P: ¿Cuánto han contribuido las plataformas digitales tipo Airbnb o Homeaway?
R: Algo tiene que ver la airnbfication, como lo llaman en inglés. Pero este fenómeno, si nos fijamos, hace lo mismo que hace siempre el capital turístico: medidas para reforzar el uso intensivo del espacio a través del turismo. Donde encontraremos más Airbnb es en todas aquellas zonas que ya estaban en el mapa turístico. En Barcelona, en Ciutat Vella, Gràcia y Barceloneta. En Madrid, zonas como Lavapiés, Malasaña… En Ibiza todo se ha convertido en una gran urbanización turística. Lo que llaman una «isla hotel».
P: Las imágenes de trabajadores durmiendo en furgonetas por los precios de la vivienda en Ibiza han sido impactantes. ¿Es por la ‘airnbfication’?
R: Por un lado, sí. Pero hay que pensar que antes ha habido una burbuja inmobiliaria brutal. Se han construido miles y mies de viviendas que no tenían uso, más allá del financiero, especulativo. Se le tenía que buscar salida a ese parque de vivienda vago. Y aquí han encontrado una salida, una solución, que ha permitido canalizarlo con uso turístico. Lo que ocurre ahora es que se han disparado las expectativas de negocio del mercado inmobiliario, que se ha empezado a revalorizar por su potencial uso turístico.
P: ¿Qué han hecho las autoridades públicas ante toda esta escalada?
R: Hay dos leyes clave. La que abre la puerta a la creación de las socimis [Sociedades Cotizadas Anónimas de Inversión en el Mercado Inmobiliario] y la reforma de la ley del alquiler de la vivienda que acorta el periodo de contratación y facilita los desahucios.
P: O sea, ¿han contribuido al fenómeno?
R: Claro. Las instituciones lo que han hecho es activar normas para permitir o facilitar un nuevo ciclo de acumulación en torno al uso turístico de la vivienda. Así como recordamos la ley del «todo urbanizable» de Aznar en el 96, ahora tenemos las leyes del «todo turístico» de la época de crisis de Zapatero y Rajoy.
P: ¿Pero no se les ha escapado de las manos?
R: Depende desde dónde lo mires. Para el capital, no. La inversión extranjera directa en activos inmobiliarios es la más alta de la historia de España.
P: Pero hay incluso tensiones entre el sector turístico tradicional y las plataformas.
R: Sí, pero creo que es más una escenificación que algo real. Si miras en las tripas del capital hotelero, está habiendo los mismos cambios espectaculares.
P: ¿Por ejemplo?
R: El principal hotelero en el Estado español es el fondo buitre Blackstone, que está en una OPA para hacerse con el 100% de la socimi Hispania, que era de George Soros, otro buitre financiero. Éstos son los nuevos amos del negocio hotelero. Son los mismos amos y principales propietarios de la vivienda. Lo que está habiendo es una redefinición. Vamos a un cambio de era escalando nuevas posiciones en la estructura de poder oligárquico financiero global. Se están posicionando los nuevos fondos, como Blackstone, que está entre los principales propietarios de viviendas de alquiler en Estados Unidos. Estos actores están entrando de manera agresiva y cambiando las reglas del juego. En los 70 pasamos de pequeños propietarios a grandes cadenas hoteleras. Después de la crisis de 2008, gran cataclismo del capital español, entramos en una nueva etapa. Se han empezado a establecer alianzas con el capital financiero más salvaje.
P: Cuando digo que se les ha ido de las manos es porque hay conflictividad social. Las alcaldesas de Madrid y Barcelona ya están dando la voz de alarma.
R: Claro. Es que en nuestra organización a nivel territorial y administrativo se van dando contradicciones. Medidas impulsadas por parte del Estado y la troika que son buenas entre comillas para reactivar el ciclo de acumulación, para reducir la deuda, cuando bajamos la escala cristalizan en los barrios con tensiones brutales. Ahí entran en juego diferentes estrategias de gestión de estos conflictos. Primero se impulsan, luego toca torearlos a pie de calle. Y ahí surgen otras valoraciones y la búsqueda de otras políticas.
P: ¿Alguna ha resultado útil?
R: Sí, se hacen cosas. Pero los distintos niveles administrativos están en choque. Van tirando normas por inconstitucionales, o Europa advierte que van contra de la libre competencia y circulación de capital. Hay una disputa sobre cómo se gestiona todo esto.
P: ¿Tiene utilidad la tasa turística?
R: Como se ha planteado no sirve de nada para reducir el número de turistas, ni para propiciar una transición posturística. En el contexto de crisis se establecen tasas turísticas para compensar los recortes que ha habido en propaganda turística. Nada más.
P: ¿Qué valoración hace de la anunciada prohibición del alquiler de viviendas turísticas en edificios por parte del Ayuntamiento de Palma?
R: Buena. El Govern del Consell de Mallorca sí lo permite. En Palma han sido más valientes. Y hay que recordar que ha habido mucha movilización. Sin ella, a lo mejor no hubiera salido. Habrá que ver cómo se aplica, porque el problema es que no hay inspectores.
P: ¿Funcionan las multas a plataformas digitales en Madrid o Barcelona?
R: Están siendo recurridas. Veremos cómo acaba. El efecto es tímido. Todavía tienen muchas viviendas. Lo interesante, y ya se está trabajando en eso, sería hacer presión conjuntamente, con una alianza de ciudades, para hacer avances.
P: ¿Hay una burbuja?
R: Una burbuja en toda regla.
P: ¿Y explotará?
R: Todas las burbujas explotan, con daños sociales graves.
P: ¿Es posible un «aterrizaje suave», como creía Zapatero con el ladrillo?
R: Los aterrizajes suaves no existen. Ahora tenemos una reducción enorme de costes laborales y márgenes extraordinarios. Eso difícilmente se mantendrá mucho más. La afluencia turística tan alta coincide con un periodo de precio del petróleo barato. Ya empieza a subir e irá a más. Y el turismo bajará.
P: Aunque baje habrá que seguir pagando las infraestructuras, las depuradoras, las autovías, que quizás están dimensionadas para un boom turístico puntual.
R: Y rescatarlas con dinero público. Tenemos un problema de memoria. Hace dos días estalló una burbuja de dimensiones espectaculares y ya estamos de lleno en otra.
P: Le llamarán aguafiestas, ¿no?
R: Sí, jaja. Pero es que si lo miras con perspectiva histórica… Todo se va repitiendo. Sólo que con cada estallido, las consecuencias sociales son mayores. Cada vez tenemos más desplazados del sistema y cada vez habrá más.
P: ¿Es excesivo fiar un 11% del PIB a un sector tan volátil?
R: El porcentaje es mayor con lo que mueve indirectamente. Una sociedad saludable debería desturistizarse. Caminamos a un escenario en el que el petróleo será un recurso cada vez más escaso. Esas extravagancias de los viajes de fin de semana, de salidas cada mes… Habrá que satisfacer las inquietudes de conocimiento y diversión de otra manera.
P: Hay otro factor: el cambio climático. ¿Cómo incide o incidirá en el turismo?
R: Es otra cara de la misma moneda. El cambio climático ya está aquí y viene ligado a los combustibles fósiles. Hay que actuar. En Madrid el uso del coche se empieza a cuestionar, no se puede respirar en las ciudades. Las economías se vuelven cada vez más dependientes del turismo [actividad de elevado impacto climático y medioambiental]. Toda la estructura social está volcada en eso, para lo cual abandona otras actividades necesarias. Si se paraliza el flujo de petróleo, si el cambio climático hace que todo esto tenga que cambiar, las economías más turistizadas serán las más vulnerables.
P: ¿Por qué, pese a sus beneficios, es tan resistente el sector turístico a la mejora de la calidad en el empleo?
R: La situación se asemeja mucho a las luchas de capitales del XIX. Hay que luchar para que no decaigan las tasas de beneficio y eso requiere apropiarse de una serie de recursos lo más baratos posible. El elemento clave para que se active el turismo en una zona, aparte de la playa y el cocotero, es que sean lugares baratos. Que se pague poco.
P: Hay un discurso, con penetración en sectores progresistas, que aboga como solución por un «turismo de calidad», de mayor poder adquisitivo. Es el discurso contra el turismo ‘low cost’ de borrachera y despedida de soltero.
R: Eso es el odio a la clase trabajadora. Cuando dicen «de calidad», quieren decir pijos.
P: Pero, desde el punto de vista de la lógica del impacto en la ecología urbana, ¿no es preferible ese «turismo de calidad», que deja más dinero con menos visitantes?
R: Depende. Si miras la ciudad como una caja registradora, a lo mejor. Pero esos turistas requieren barrios seguros, dotaciones policiales, quitar de en medio a clases subalternas y chusmas molestas. Requieren para su beneficio y bienestar infraestructuras que se quitan a otros barrios. Es un discurso de clase bastante marcado. Además [el «turismo de calidad»] no sustituye a lo otro, porque lo que genera el chorro gordo [de dinero] es la masa. Este otro completa algunos agujeros y legitima ese discurso político de que se trabaja por la calidad del turismo, a la vez que demoniza a la clase trabajadora.
P: Usted aboga por un decrecimiento turístico.
R: Es una desturistización. Transitar hacia sociedades menos turistizadas, que no estén alienadas por la mercancía y el consumismo, ni articuladas en torno a grandes multinacionales y grupos de control. Aquí en España no han surgido formas colectivas de organización de la producción turística.
P: ¿Por qué?
R: Porque es uno de los nudos gordianos, una de las claves de bóveda del funcionamiento económico del país desde la entrada en la UE. Y el capital lo tiene muy bien atado.
P: ¿Está la gran banca muy metida en el turismo?
R: Se ha ido desenganchando. Parte de sus activos han ido a socimis. Lo que tenían era mucho crédito apalancado por operaciones inmobiliarias con créditos de cajas de ahorro.
P: La gentrificación y la turistización, ¿son fenómenos reversibles?
R: Todo es reversible. Hacen falta políticas urbanas que tiendan a la desmercantilización turística del espacio, a un uso vecinal de la ciudad. Si se coloca la ciudad bajo el prisma de la mercantilización turística, todas van a desarrollar políticas muy similares a ver cuál agarra un trozo más grande. Veremos un proceso de destrucción social de la ciudad. Sobre todo de los barrios con más trabajo social acumulado, con mucha vida, que se van destruyendo para ser puestos en bandeja al turismo. La turistización es la muerte de la ciudad. Al desaparecer el zumbido de la vida urbana, sólo queda el sonido de las copas en las terrazas. Eso mata la ciudad.
P: ¿Recela del concepto de «turismofobia»?
R: Es un discurso para evitar cualquier responsabilidad e ignorar que toda esta movilización es contra la lógica del capital, contra la mercantilización. Es para desviar el foco. Incluso se habla de que hay xenofobia, cuando vemos que estos movimientos están apareciendo a lo largo y ancho de Estados Unidos y Europa.