En el Día Mundial de Concienciación contra el Ruido
MARGA ROBLES – 26 de Abril de 2018
Como cada último miércoles de abril, ayer día 25 se celebró el Día Mundial de Concienciación contra el Ruido. Que sea mundial ya indica la extensión y sensibilidad de esta pandemia que la Organización Mundial de la Salud define como “la pandemia del siglo XXI”. Especialistas de variadas patologías ya señalan al ruido y la subsiguiente falta de descanso como el origen desde simples problemas auditivos hasta trastornos psiquiátricos. En el ranking de ruidos insoportables parece ser que los provocados por el ocio nocturno toman la delantera al tráfico o a los ruidos industriales sin que estos bajen de nivel. Es una de las conclusiones del IV Encuentro del Lobby de ciudades europeas celebrado el pasado marzo en Bruselas. Las más de 80 ciudades y capitales que se agrupan bajo el lema Vivre la Ville concluyen que “la ciudad, aunque animada, primero debe ser habitable”.
Especialistas de diversas disciplinas también señalan la escasa y variopinta defensa legal que tiene el ciudadano al que un foco ruidoso hace la vida imposible. Las más de las veces las medidas contra el ruido están en manos de ayuntamientos y entes locales, y éstos son muy reacios a intervenir en los negocios del ocio nocturno y la floreciente hostelería de los cascos históricos, así que lo que en unos está permitido y con horarios muy flexibles, en otros no. Los juevintxos y pintxopotes se extienden en largo fin de semana, con el agravante, apuntado en el IV Encuentro de Ciudades Europeas, de que, en lo que atañe al ruido y al ocio, ya no se distingue el día de la noche más que por la hora y el color del cielo. Y el ocio, por su propia dinámica de alcohol, música, concentración y nocturnidad, degrada los barrios y la vida ciudadana.
Nosotros, en cuanto afectados por bajeras de ocio, constatamos que en las calles de donde hemos logrado erradicar, normativa mediante, las bajeras de ocio, la vida y el pulso ciudadano se recuperan. No vuelve el comercio minorista, el de venta directa, pero sí gestorías, academias, talleres, imprentas, clínicas, almacenes, peluquerías, sedes humanitarias… Con timidez, pero vuelven. El barrio se revaloriza. “Esto vuelve a ser una calle”, nos dicen los vecinos. Hoy en día se alerta contra el zumbido de aparatos domésticos como aires acondicionados, que se colocan con demasiada alegría. Se nos llama para protestar contra bares de localidades pequeñas que han cambiado de manos. Contra pisos de estudiantes: “funcionan como una bajera”, acusan. Y les creemos. Registramos notas en prensa con la queja clásica de bajeras, ruidos y jóvenes y el polémico “acuerdo de convivencia”. Nos llaman desde Castellón para preguntar por la normativa pamplonesa. Y cuando el barrio y la vida se bajerizan, es decir, cuando un grupo de jóvenes da balonazos entre los coches, gritos y música alta en la bajera, el olor a fumata cuando cruzas o la suciedad en las aceras, huye cualquier proyecto de negocio y de progreso y el barrio, en vez de elevarse hacia la cultura, deriva hacia el guetto. Porque luego vendrá no sólo el insulto grosero del enfrentamiento directo, sino hasta la difamación en las redes sociales. Lo sabemos. Muy a nuestro pesar, lo sabemos.
Colectivo de afectados por bajeras de ocio de la Milagrosa