El turismo depredador ya está aquí
EDITORIAL HORDAGO EL SALTO 24 de junio de 2019
Nos hemos acostumbrado a ver grupos de turistas siguiendo al guía que agita su paraguas, o saliendo de los portales a horas intempestivas
Nos hemos acostumbrado a ver grupos de turistas siguiendo al guía que agita su paraguas, o saliendo de los portales a horas intempestivas. Y todo irá a más, puesto que a los hoteles recién inaugurados —y a las nuevas licencias hoteleras concedidas—, hay que sumar los pisos turísticos de plataformas como Airbnb. La presión al alza sobre los precios de alquiler es incontenible, el conflicto urbano entre clases sociales también.
Sabemos que el año pasado visitaron la CAV 3,5 millones de turistas y que el sector supone ya el 6% del PIB de su economía. Y que en Navarra e Iparralde la dinámica es parecida. En el plano urbano, Bilbao y Donostia, ambas ciudades costeras de tamaño medio e insertas en el circuito mundial de cruceros, reciben ya 85.000 y 112.000 visitantes al año respectivamente, y los efectos de la turistificación de sus centros urbanos son ya evidentes. La capital gipuzkoana, lugar de veraneo de monarcas y caudillos, fue pionera en el norte de la península. Bilbao, alumna aventajada, lleva años inmersa en una apuesta institucional centrada en la acumulación de capital simbólico y en la organización de macroeventos internacionales para atraer visitantes.
Sin embargo, el turismo entraña riesgos elevados derivados de su alta competitividad interna. De hecho, ya está implicando una carrera salarial a la baja en un sector altamente precarizado y feminizado. Nos lo recordaban, a finales del año pasado, las camareras del Hotel Barceló y del NH Villa de Bilbao, tras casi dos meses en huelga por tener salarios de apenas 800€ con contratos “elaborados en fraude de ley”.
Hasta la fecha, el planteamiento que hacen las instituciones sobre el turismo es meramente economicista, sin integrar la complejidad de una actividad económica cuyos impactos ambientales, sociales y urbanos son crecientes. La página web del Observatorio Turístico de Euskadi, dependiente de la empresa pública BasqueTour, es muy reveladora: una home inerte de atractivo diseño, que no contiene un solo dato, gráfico o diagrama sobre la actividad turística en Euskadi. Por su parte, la cuenta satélite del turismo de Eustat publica estadísticas relacionadas con la ocupación hotelera, el perfil del turista y la actividad comercial, pero no hay un solo marcador que contemple algún ámbito relacionado con la sostenibilidad.
Los números oficiales reflejan cuánto aportan los visitantes al PIB, pero no cuánto nos cuestan, ni cuál es la capacidad de carga del territorio… y así es imposible saber el coste de cada turista, en términos de impacto ambiental y de consumo de recursos. Todo lo anterior, además, es el paso previo para desarrollar herramientas fiscales que inviertan la lógica de socializar los costes mientras se privatizan los beneficios. Sin embargo, esto no está pasando. Por lo que, una vez más, frente al silencio de las administraciones públicas, la banca y el gran capital vuelven a llevar la iniciativa.