El cambio
JUAN TORRENS ALZU – Domingo, 22 de Mayo de 2016
Lo confieso: soy un ingenuo. Cuando todos los grupos municipales menos UPN aprobaron la moción para poner freno al desmadre hostelero en el Casco Viejo pensé que tenían intención de acometer los problemas que, agravados por la dejadez del equipo municipal de las anteriores legislaturas, había convertido el barrio en un lugar donde la función residencial estaba seriamente dañada.
En Convivir en lo Viejo/Alde Zaharrean Bizi confiábamos en que se instaría a los clientes y hosteleros para que el consumo se volviera a hacer en sus locales y terrazas, insistiendo en las ordenanzas que, a tal efecto, están redactadas desde 1987. Esperábamos que todos aquellos locales de nuevo cuño abiertos durante la última década con licencia de cafetería pero esencia de bar de copas, tuviesen que habilitar sus cerramientos conforme a la ordenanza, obligándoles a eliminar los ventanales y mostradores a la calle. Tuvimos la vana esperanza de que las terrazas volviesen a tener sus dimensiones y no ocupasen toda la calle haciendo imposible el tránsito y un calvario para los inválidos y gente con movilidad reducida. Creímos que, de una vez por todas, iban a controlar sus equipos de música y los aislamientos que dicta la ley de ruidos para que los vecinos tuviésemos nuestro imprescindible derecho al descanso. Incluso, fíjense nuestro atrevimiento, llegamos a pensar que la policía local se ocuparía de aquellos impresentables que nos vomitan y orinan, mientras berrean, los fines de semana, como si esto fuera una ciudad sin ley.
A la vista del texto que, parece, va a ser aprobado por el pleno Municipal, nuestras expectativas van a quedar defraudadas. Como parece ser que un bar por cada 50 vecinos no es suficiente, se vuelve a abrir la veda de las licencias estableciéndose una distancia mínima de 25 metros en la periferia y 50 en el interior. Hasta la propuesta de la Asociación de Comerciantes y Hosteleros Casco Antiguo, que establecía 19 calles y plazas saturadas, una distancia de 75 metros para el resto de calles y una limitación horaria hasta las 24 horas para los nuevos locales, es más sensata. De lo que planteaban los vecinos sin intereses empresariales en la zona (de los otros ya sabemos lo que se puede esperar) ni hablamos. Por si esto fuera poco, se oferta la posibilidad de incrementar los aforos si se produce una mejora de las condiciones de seguridad.
El resto de medidas, con plazos de cumplimiento para dentro de 4 o 9 años, parecen de broma. Si ahora no se hacen respetar las normas dictadas hace 30 años, ¿qué nos hace suponer que las que se dictan ahora se van a cumplir? ¿Alguien se acordará de que las tienen que exigir? ¿Como ahora lo de las terrazas, que no han pasado seis años desde su promulgación (y cuyo cumplimiento era inmediato), y los bares y cafeterías más poderosos económicamente incumplen a diario?
Si el tan cacareado Ayuntamiento del cambio supone desdecirse de lo que prometieron cuando eran oposición ya lo han conseguido, aunque el resto de los mortales pensásemos que era otra cosa. Los que no parecen cambiar, aún estando en la oposición, son los concejales de UPN que comparten lo esencial de la modificación aunque también piden que “se aplique un criterio de especial tolerancia hacia las obras necesarias para conseguir la accesibilidad universal de los locales”. Tolerancia con el incumplimiento de las ordenanzas municipales de la hostelería ya han demostrado que tienen a raudales. Lo que no entendemos muy bien es a qué se refieren con lo de la accesibilidad universal: ¿que quepa todo el mundo?
En representación de Convivir en lo Viejo / Alde Zaharrean Bizi