El botellón no lo explica todo
Convivir en lo Viejo/Aldezaharrean Bizi 14/09/2021
Botellón, dícese de la palabra comodín para explicar y razonar todo lo que hoy ocurre en las calles de la ciudad. Como si fuera un fenómeno nuevo magnificado por la furia juvenil ante la limitación de horarios pandémicos. Pues no. Porque en esto del botellón hay cosas claras. Pero otras debieran estarlo mucho más.
Desde la Asociación Convivir en lo Viejo / Aldezaharrean Bizi asistimos preocupados a esta deriva que viene de lejos. Eso nos mueve a esta reflexión. Con la intención de aportar ideas y posibles soluciones donde se nos requiera. Con una mirada sosegada y conciliadora. Pero también desde la crítica y radicalidad que el fenómeno y sus impactos requieren. Huyendo del inmediatismo, el moralismo o la equidistancia. Por eso no queremos hablar del botellón como fenómeno aislado. Porque esto es solo el síntoma de otros problemas que se han ido fraguando en la ciudad, y especialmente en el Casco Viejo. Y esto es imprescindible si no queremos ser reduccionistas. Porque hay que hablar de dinámicas de movilidad, del modelo de barrio, del espacio público –concepto olvidado por la clase política–, de los circuitos de consumo, del uso de los diseños urbanos, de las ofertas de ocio y de muchas cosas más. Es decir, hay que politizar, que no ideologizar, este problema, y liberarlo de la banalización, el amarillismo y la subjetividad que lo preside.
No es posible analizar el botellón, la violencia nocturna, la desafección juvenil o el desfase callejero en el Casco Viejo –o en otros barrios– como si fuera una aislada y furiosa tormenta de verano. Ni como el gesto rabioso de una juventud recién liberada de un virus inclemente. Tampoco creemos que esto sea cosa de cuatro críos, de «pijos cayetanos» o «gente de fuera». Porque analizarlo así nos lleva a la externalización y enclasamiento de un conflicto propio; y que por propio resulta demasiado interno.
Tampoco podemos abordarlo como un hecho que se soluciona sólo con buena voluntad, educación y responsabilidad individual. Porque los comportamientos individuales no funcionan solos, no surgen aislados de un contexto. Y porque culpabilizar e individualizar los conflictos es la mejor herramienta del pensamiento neoliberal para estigmatizar y eximir de toda responsabilidad a las estructuras que sustentan este tinglado.
Estos días han saltado las alarmas. Pero esto no es nuevo. Quienes hemos vivido y viven en lo viejo lo llevamos viendo muchos años. Gran parte de la vecindad lleva tiempo denunciando ruidos, suciedad, aglomeraciones, atomizaciones, violencias y un modelo de ocio nocturno que hace inhabitable este barrio.
Ya en el año 1987 el Casco Antiguo de Pamplona fue declarado zona saturada de bares debido a su alta concentración. Sin embargo, en 2006 se anuló dicha prohibición y se dio luz verde a la apertura de nuevos locales hosteleros. Y así, entre 2006 y 2014 se concedieron 74 licencias: 41 nuevas y 33 para reformas.
A partir de 2015, con el nuevo Ayuntamiento del cuatripartito, se decretó una moratoria que suspendió temporalmente la concesión de nuevas licencias pues, según dicta un informe técnico: «Esta apertura de nuevos locales de hostelería (en 2006) conllevó una confluencia masiva de clientes en las calles del Casco Antiguo, con el incremento de molestias para sus habitantes (ruidos, olores, suciedad, dificultad de acceso a sus viviendas…), llegándose a un punto de alarma social, siendo constantes las quejas y reivindicaciones de los vecinos a su derecho a vivir con dignidad en el Casco Antiguo».
Como vemos, es el propio ayuntamiento quien ya en 2015 nombró la causa del conflicto.
Pero el Casco Viejo, por obra y gracia de intereses comerciales y políticos, ya se había convertido antes en un bar a cielo abierto. Como si no tuviera otro destino. Y soportar este modelo de barrio tiene un alto precio. Difícil de percibir si no vives aquí. Sin embargo, esto goza de gran aprobación entre buena parte de la población de Pamplona, clientela principal del barrio, y también de una clase política abonada al buenismo equidistante o directamente alineada con el sector hostelero y sus exclusivos intereses.
El resultado es resignarse ante una conclusión falsa: esto es muy complejo y de difícil solución. Como si no hubiera otra alternativa. O si la hay pasa por entender unos derechos mejor que otros y por entender más y mejor al mercado y sus mercaderes que a la vecindad. O darle largas, o montar mesas, informes o consultas; todo ello revestido de ese participacionismo que calma conciencias institucionales, pero evita –por miedo al conflicto o por la puesta en evidencia de los verdaderos intereses en juego–, las auténticas soluciones exigibles al problema. Alguien ha dicho que hay otra: el exilio. Ustedes mismos.
Y es que hoy en este barrio no es posible una socialización nocturna exenta de conflictos que, además, vulneran los derechos constitucionales de la vecindad. Porque el Casco Viejo ya es un espacio sustraído de toda habitabilidad en el que prima una única actividad. Así que esto está llamado a implosionar si no se corrigen tendencias muy peligrosas. Con pandemia o sin ella.
Y no, esto no se arregla ampliando el horario de la hostelería. Eso arregla la caja de la hostelería, pero no el problema. Ni siquiera ayuda, lo amplía. Y es que ampliar el horario alarga la posterior movilidad nocturna y con ello se aumenta el problema y se niega la solución . Lo hemos visto a lo largo de los últimos quince años. Así que habrá que imaginar cómo se conjugan –si es que se puede– los intereses comerciales con los vecinales.
Insistimos, esto es una cuestión de modelo de barrio y de los intereses que operan sobre él. Porque si durante años se ha promocionado este modelo, no podemos esperar una desescalada amable. Porque una sociedad anestesiada necesita estímulos cada vez más enérgicos para proporcionar a la gente alguna sensación de estar viva. Y este modelo sirve para eso.
Finalmente, este viejo conflicto pasa por contar, de verdad, con la ciudadanía afectada. Con la imprescindible presencia de la vecindad y asociaciones del barrio a la hora de aportar soluciones vinculantes. En esas estaremos.
El jueves 16 nos concentraremos a las 20:00 horas en el Ayuntamiento: ¡Por un barrio habitable!
Firman este artículo: Julio Pérez García, Itziar Gradín, Belén Lora, Javier Fernández Quintana, Ana Díez de Ure, Marian Antoñana, Paco Roda, Piluca Azparren, Javier Hualde, Bitia Pérez y Javier Uribesalgo, miembros de la Asociación Convivir en lo Viejo / Aldezaharrean Bizi