Viene de lejos
Paco Roda 06.09.2021
Viví diez años en la calle San Nicolás. Entre 2005 y 2015. Creo por tanto, saber de qué hablo. Y sí, me dijeron eso de: «ya sabías donde venías a vivir». Aquello había que aceptarlo como un misterio inapelable, como un mantra envenenado que te tapaba la boca. El resto fue militancia por un barrio hoy convertido en una gigantesca terraza a cielo abierto, el gran abrevadero de la ciudad. Todo empezó hace años. Cuando una serie de intereses económicos y políticos coincidieron para hacer de este barrio un monotemático territorio donde sobraban su vecindad y sus comercios. Entonces sus calles se saturaron de bares al mejor postor.
Los sucesos de estos últimos días no son nuevos. Quizás la propia policía municipal pueda aportar pruebas. Y son años, muchos, los que la vecindad lleva olvidada, relegada, puteada, vilipendiada y vandalizada. Porque este barrio es cada vez menos habitable. Porque se ha convertido en otra cosa. Y no es fácil explicar lo que ocurre. Pero hay cosas que hay que nombrar.
Si tú, Ayuntamiento, has potenciado un modelo de barrio a través de estrategias de consumo y comerciales en una sola dirección y has generado con ello un tipo de barrio en el que solo cabe una actividad principal, la hostelera, no puedes esperar que se reproduzcan dinámicas amables, ni una socialización nocturna exenta de conflictos. Si además te cuesta, porque no quieres líos, hacer cumplir la norma que protege a la vecindad, ya tienes el coctel perfecto que te explota en los morros. Así que más allá de la exigencia de la responsabilidad individual, máxime en tiempos de pandemia, habrá que buscar más soluciones. Y la vecindad debería tomar el timón. Cualquier cosa antes que pasar el marrón a los rectores de las universidades para que amaestren al alumnado en buenas prácticas nocturnas mientras olvidamos, a propósito, la estructura que sostiene todo este tinglado.