El burgo de los hosteleros
Miguel Monreal Azcárate 26.01.2021
Quienes hemos vivido desde la niñez en el Casco Antiguo hemos sido testigos de numerosas transformaciones en nuestro barrio.
Hasta hace algunos años, lo viejo era el epicentro de las protestas callejeras y demás conflictos. Además, el tráfico, la suciedad y el deterioro de determinadas zonas contrastaba con la tranquilidad y el encanto de otras, en las que el comercio local tenía una importante presencia.
Afortunadamente (y, admitámoslo, gracias a los diversos ayuntamientos y responsables implicados), en las últimas décadas, casi la totalidad de los edificios de este barrio han sido rehabilitados y saneados. Se han recuperado edificios históricos. Han desaparecido las aceras, los coches, los pelotazos, los contenedores y las jeringuillas.
Pero también han ido desapareciendo el pequeño comercio (hoy herido de muerte) y determinadas instituciones, como la Biblioteca General o los conservatorios, desplazados a otros barrios.
Mejor fortuna corrió la hostelería, que vino a ocupar muchos de los locales que los antiguos comercios dejaban libres. De este modo, la concesión de numerosas licencias en los últimos años para la apertura de bares ha hecho que calles enteras transformaran su fisonomía en poco tiempo.
Así, la concentración de bares en determinadas zonas, junto con la proliferación (tras la entrada en vigor de la ley antitabaco) de barriles, mesitas y taburetes en la vía pública, y la consolidación de nuevos hábitos (como la popularización del vermú o el juevintxo, las despedidas de soltero, etcétera) han favorecido la extensión de la idea de que esta zona de Pamplona era un parque temático de la borrachera, la ciudad donde siempre es San Fermín. Lo cual ha ido provocando que numerosas familias decidieran trasladar su vivienda (no ya con carácter provisional, del 6 al 14 de julio, sino de manera definitiva) a otras zonas de la ciudad libres de ruidos, concentraciones y suciedad.
Y en mitad de estas transformaciones llegó la pandemia. Además de la catástrofe de las muertes, las nuevas restricciones y medidas preventivas han afectado de manera trágica a toda la ciudadanía y a todos los negocios. Y el Ayuntamiento, uniéndose a la idea popular de que hay que salvar la hostelería (pero reacio a admitir que salvar a este gremio no debería pasar por beneficiar a unos pocos y perjudicar a otros), ha concedido nuevas licencias para la instalación de terrazas en el Casco Antiguo.
Así, en las últimas semanas, se han multiplicado las llamadas carpas covid: una iniciativa de dudosa salubridad y dudosísima estética planteada como provisional inicialmente; pero que, de acuerdo con las últimas declaraciones del alcalde Maya, pasaría a ser definitiva en las zonas que él mismo considere oportunas.
Hace escasos días, los vecinos de la plaza Compañía recibimos con sorpresa la noticia de la próxima instalación de una de estas carpas en el limitado espacio libre que lo permite, a escasísimos metros del parque infantil (uno de los pocos existentes en el Casco Antiguo), la Escuela Oficial de Idiomas y el centro de salud.
Debe quedar claro que la cesión de un espacio de la vía pública a un negocio privado no puede realizarse dando la espalda a las opiniones del vecindario y demás ciudadanos (en este caso, profesionales y usuarios del centro de salud y la escuela de idiomas) afectados por dicha medida.
Cierto es que el gremio de los hosteleros, al igual que otros negocios, debería recibir las ayudas necesarias (en forma de ERTE, supresión de alquileres, moratorias…) para salvar la crisis. También es necesario reconocer que no debe culparse a los hosteleros de la irresponsabilidad de sus clientes.
Pero nadie dudará de que iniciativas como ésta, cada vez más extendidas, una vez asentadas y admitidas comúnmente como algo connatural al barrio, acabarán atrayendo al turismo de borrachera, alejando definitivamente a los vecinos, y convirtiendo el Casco Viejo de Pamplona en la ciudad donde siempre es San Fermín.
Carlos III pasó a la historia por haber unido los tres burgos que coexistían en esta zona. ¿Pasará el alcalde Maya a la historia por lograr la convivencia pacífica entre bares y vecinos? ¿O lo hará por transformar el Casco Antiguo en el burgo de los hosteleros?