Vecinos y hosteleros de Cartagena chocan frontalmente en las alegaciones a la ordenanza de ruidos
EDUARDO RIBELLES 3 julio 2020
Vecinos y dueños de bares, restaurantes y locales de ocio volverán a confrontar sus argumentos sobre las actividades que generan ruido en la ciudad. Lo harán durante el periodo de análisis de las alegaciones a la ordenanza municipal de contaminación acústica. El plazo de admisión de alegaciones para mejorar el texto acabó en la medianoche del jueves. Y los conciertos dentro y fuera de los locales de ocio, la música en los chiringuitos y el número de bares que puede haber en una calle son los temas más discutidos.
La concejal de Ciudad Sostenible, Cristina Mora, intentará dar con un texto definitivo que, ateniéndose a la ley regional, permita una actividad económica tan importante en una ciudad turística como la de los restaurantes y los bares, sin provocar las iras de los vecinos de los barrios en los que ésta se concentra.
Las polémicas
Conciertos
Los vecinos solo los admiten en discotecas, Los hosteleros quieren organizarlos en locales y terrazas.
Chiringuitos
Los hosteleros piden que se permitan actuaciones y música, si el bar presenta un estudio de impacto.
Concentración de negocios
Los vecinos piden limites y que los bares se responsabilicen de las aglomeraciones en la calle.
Tanto hosteleros como vecinos coinciden en que lo primero que debe hacer la norma es generar seguridad jurídica. El problema es que cada una de las partes interesadas defiende que lo legítimo es que se ampare su postura. Cristina Mora no quiere que la reactivación, que el Ayuntamiento pretende acometer en otoño, se vea contaminada por este tipo de problemas, pero también quiere garantizar el derecho de los vecinos al descanso.
La Asociación de Empresarios de Hostelería (Hostecar) defiende el derecho del sector a gozar de cierta libertad para recuperarse de tres meses de inactividad casi total. Por eso, pretenden que el Ayuntamiento rebaje las limitaciones a la instalación de establecimientos en una sola calle o plaza. Esas limitaciones podrían afectar, por ejemplo, a la Plaza de San Francisco, en la que hay media docena de bares, incluido en quiosco que ocupa su parte central. La Plataforma Sin Ruido, formada por vecinos del casco histórico, pide que el Ayuntamiento se atenga a la ley, que establece limitaciones a esa concentración potencialmente ruidosa.
La prohibición a que los bares con música acojan conciertos se ve mitigada en la ordenanza, que establece la posibilidad de que haya actuaciones en formato acústico. Los hoteleros quieren que se amplíen esos permisos. También que se permita que el límite de 95 decibelios sea una media y que pueda haber picos de 125, algo que rechazan los vecinos.
Por último la ordenanza atribuye a los dueños de bares parte de la responsabilidad del ruido que generen sus clientes en la calle, lo cual puede dar lugar a multas. «Nosotros no podemos ejercer de policías, solo avisar a las autoridades si las aglomeraciones son excesivas. Y eso se hace, como se demostró, por razonas sanitarias, el primer día en que se permitió el funcionamiento de las terrazas tras el confinamiento de la Covid-19», aseguró Juan José López Escolar, de Hostecar «La ley deja claro que los dueños de bares deben ser considerados responsables, porque se benefician tanto de la concentración de negocios que forman zonas de marcha como de la aglomeración de personas que consumen en la calle las bebidas que sirven», indicó José Galindo, de la Plataforma Sin Ruido.
Con todo, el representante vecinal indicó que aunque la norma refleje todas sus reivindicaciones, faltan recursos para garantizar su cumplimiento. «Por eso pido al Ayuntamiento que se dote de los medios para asegurar que se cumple lo que se aprueba», indicó.
Paneles en Víctor Beltrí
La norma va más allá del control de la actividad nocturna en locales de hostelería y ocio. También definirá las limitaciones de la principal causa de ruido en el municipio, el tráfico rodado. Por eso, se apoyará en el mapa de ruidos que da a conocer los puntos en los que causan más molestias (las grandes vías y los principales accesos). La Concejalía de Infraestructuras tomará medidas paliativas como la colocación de mamparas en puntos conflictivos como la Avenida de Víctor Beltrí, a su paso junto a una zona escolar y de chalets en el cruce con la carretera de La Asomada.
Nueve entidades, empresas y particulares hacen propuestas alternativas al texto aprobado en 2019
La Concejalía de Ciudad Sostenible, que dirige Cristina Mora, tiene por delante la ardua tarea de delimitar qué conductas generadoras de ruido superan el umbral de lo admisible y cuales son propias del medio urbano y deben ser conciliadas con el bienestar de los vecinos. Nueve colectivos han emitido alegaciones a distintos artículos de la norma. Los más importantes son la Plataforma Sin Ruido, Hostecar y la Asociación de Empresas del Valle de Escombreras. «Tras diez meses en los que nos hemos reunido con todos los implicados, nuestra intención es llegar a un texto lo más consensuado posible», explicó Mora.
El objetivo es evitar que se repitan chascos del pasado, como el del último carnaval, en el que hubo que anticipar la hora de celebración de un concierto en la Plaza del San Francisco para que acabara antes de las 23 horas. O como el del traslado, con una antelación de solo tres días, de los conciertos de La Mar de Músicas en la Glorieta. Dos meses y medio antes, hubo que sustituir los conciertos habituales de las Cruces de Mayo, que organizaban entidades, asociaciones y negocios de hostelería, por otros promovidos por el propio Ayuntamiento y con final a las 11 de la noche. La suspensión este año de esta fiesta y del festival de músicas del mundo ha evitado que se repitan cosas así.
La reclamación de las empresas de Escombreras es por los límites al ruido de la actividad del puerto y del valle. Esto no tiene nada que ver con el ocio nocturno.
Aprobación antes del otoño
Mora intentará dejar el texto definitivo cerrado antes de que llegue agosto. Si no puede aprobarlo en el Pleno de este mes, antes de las vacaciones, lo hará en el de agosto o en el de septiembre. Todo ello para amparar la reactivación de la actividad hostelera.