¿Qué ha priorizado el Cambio en Pamplona?
Aitor Balbás 25 de enero de 2019
Hace como seis años, a la salida de una sesión de un seminario de geografía crítica organizado por el centro social, cafetería y librería La Hormiga Atómica (precursora de Katakrak) hubo una conversacion que viene al caso. Hacía poco que un grupo de empresarios había convertido la taberna Urricelqui —la de los hígados y riñones a la plancha, en la esquina de Jarauta con Descalzos— en un local entre moderno y snob, lleno de pantallas. Un viejo camarada, devenido referencia del asociacionismo de base, defendía que, con todos los problemas que se quiera, estas operaciones revitalizan zonas en declive. Otros de los presentes insistieron en que, sobre todo, son la avanzadilla del saqueo social, cultural y económico. No hubo manera de maridar las opiniones… y lo cierto es que, de alguna manera, la discusión sigue encallada a día de hoy.
En este punto, es importante recordar que en otras latitudes, los colectivos y organizaciones emancipadoras comenzaron hace años los debates sobre turistización, gentrificación y apropiación de la riqueza que producen las ciudades en las provincias euromediterráneas. Y que ya se han elaborado no pocas conclusiones. Entonces, ¿que pasa en Iruñea, donde hay activistas que, 10-15 años después, sostienen que el debate no está clausurado? Navarre shall be the wonder of the world, que decía Shakepeare.
¿Es o no es la turistización un asunto clave de la política de Pamplona? En el fondo, y con todos los matices que se quiera, el conflicto político subyacente al desencuentro institucional entre el municipalismo tenuemente anticapitalista de Aranzadi y las posiciones de EH Bildu, PSN y Geroa Bai, es la beligerancia con que los gobiernos del cambio deberían enfrentarse a los procesos de acumulación capitalista que se despliegan actualmente en nuestras ciudades. Porque es en la dimensión espacial de nuestras urbes donde se produce la extracción de las rentas de monopolio, conectada a los procesos de financiarización globales, e inserta en la división continental del trabajo y de los modelos productivos. El texto Circuitos secundarios de acumulación y competitividad territorial de Emmanuel Rodríguez, inspirado en las tesis de David Harvey, y publicado en 2011 en Viento Sur, lo describe con precisión.
Porque el marco general, en el que se inserta Pamplona, no tiene vuelta de hoja. El Estado español compite ya —con Francia y EEUU— por el primer puesto como receptor mundial de turistas en número absolutos: 82 millones en 2018. Algunos estudios apuntan a los 120 millones de visitantes para la próxima década. ¿Pamplona es Barcelona? No. Y esa negativa es la que sostiene el lugar en el que algunas personas están cómodamente instaladas. Efectivamente, ningún pueblo ni ciudad de tamaño pequeño/medio —o, incluso, ningún área metropolitana— es Barcelona. El problema es que la incognita sin despejar no es esa sino otra, a saber: ¿qué mecanismos van a impedir (a) la creciente presión especulativa que absolutamente todos los núcleos urbanos del Estado español están padeciendo o van a padecer, (b) la subida de los alquileres subsiguiente, la emergencia habitacional y la expulsión de población de algunos barrios, (c) la privatización del espacio público, o (d) la elitización de la compra de la vivienda? O, dicho de otra manera: ¿hay alguna ciudad de nuestro entorno que no haya emprendido el camino de la turistización como vía para generar riqueza?
Frente a lo anterior, y al igual que el PSN, este gobierno municipal de Iruñea ha preferido no combatir ideológica, tributaria, política y comunicativamente, de manera clara y beligerante, el modelo rentista, extractivista y depredador que se nos viene encima. La ordenación urbana de la legislatura ha discurrido entre una retórica formalmente crítica y un laissez faire, laissez passer con el que se ha tolerado la continuidad de los grandes pelotazos heredados. Y es aquí donde vuelve a estar el meollo político de la cuestión: del mismo modo que no hay composición posible entre la Operación Chamartín y un Madrid para todos… no habrá una Pamplona para todas con las operaciones especulativas que este consistorio ha acompañado y cuyo listado excede la media docena más conocida.
El “Cambio” ha sido incapaz de oponerse con firmeza a una sola de esas operaciones. Apenas logró recortarle algunos pisos a las torres de la permuta de Salesianos; va a regalar —por debajo de precios de mercado— el solar de Cordovilla a la multinacional IKEA; ha facilitado las dos manzanas con pisos de lujo de la Calle Leire y de los antiguos cines Saide —cerca de medio millón de euros por vivienda—; ha optado por el silencio frente al nuevo edificio de Zara; continua gestionando el expediente de la estación de AVE/TAV (que alejará a la mayoría de los habitantes de la comarca de la conexión ferroviaria en 3-4 kilómetros de media); ha aprobado el nuevo centro comercial de La Meca en Iturrama; ha dado vía libre a la construcción de hoteles como Unzu… desarrollos urbanos que conforman el mascarón de proa de un modelo neoliberal de ciudad. Un lugar donde la vida se torna difícil para la mayoría mileurista y cuya música de fondo se escucha cada vez con más nitidez: subida imparable de los alquileres en el área urbana (con una incipiente expulsión de migrantes hacia la periferia); falta de un verdadero parque de vivienda social; medidas inexistentes contra la creciente usurpación del espacio público a manos del lobby hostelero (terrazas); y un sistema de impuestos municipales poco progresivo y condescendiente con las rentas medias-altas que, con algunos cambios cosméticos, es el de la derecha conservadora. De modo que, en realidad, la pregunta que demanda una respuesta urgente sería más bien: ¿ha priorizado el “Cambio” a las clases populares?
A principios de la legislatura, una compañera catalana comentó en una asamblea municipalista en Madrid que las piedras de toque de la acción institucional de los Ayuntamientos del Cambio iban a ser cuatro: migrantes, centros sociales (que aquí, en ocasiones, son gaztetxes), vivienda y operaciones urbanísticas. En una reciente entrevista a Toni Negri en Ctxt , el veterano comunista afirmaba que “ El fascismo originario surge contra el bolchevismo y hoy, en cambio, lo hace contra determinados niveles de vida conquistados por los trabajadores ”. La ciudad compacta, con sus circuitos sociales, urbanos y económicos, condensa esa constelación de derechos —y de riqueza material e inmaterial— acumulada desde 1945. Es objetivo de la rapiña, es terreno en disputa. No dar la batalla ideológica y política es un error estratégico monumental.
Por eso, las acusaciones de maximalismo que se han vertido contra Aranzadi a propósito de la incapacidad de EH Bildu y Geroa Bai para sacar adelante los presupuestos del Ayuntamiento de Iruñea de 2019 producen una mezcla de indignación y tristeza. Sobre todo, en boca de esa clase de izquierdistas y progres de nuestra tierra que cuando la Policía Foral, organismo dependiente de la Consejería de Interior del Gobierno de Navarra —respectivamente controladas por EH Bildu y Geroa Bai—, golpea a huelguistas en Peralta o a jóvenes en el Casco Viejo… opta por el silencio o la contemporización, con tal de no elevar la critica hasta el punto de enunciar en vano nombres concretos de organizaciones políticas.
Y luego, más allá de la ideología de las clases medias, está la realidad. Las Plataformas de Afectadas por la Hipoteca y los Sindicatos de Inquilinas —que se han constituido en varias ciudades en los últimos dos años— vienen denunciándolo los últimos meses: hay más desahucios encubiertos que nunca, ahora de familias alquiladas que no pueden asumir las constantes subidas. ¿Alguien se atreve a negar que esté pasando en Iruñea? ¿Y que esté relacionado —aunque no sólo— con la turistización y la gentrificación? Nines vive alquilada en un bloque de mi barrio. Tiene 56 años y esta semana le ha llegado la orden de desahucio del juzgado, de momento sin fecha. Lleva siete meses con velas en casa, sin pagar al propietario, después de que éste dejara de abonar las facturas a Iberdrola para echarla y le cortaran la luz. ¿Van el Ayuntamiento de Iruñea y el Gobierno de Navarra a tomar medidas tributarias, normativas, sancionadoras, para evitar que, como a tanta gente, la acaben echando, o seguirá apostando por el asistencialismo?
La conexión de la turistificación con la burbuja del alquiler, y con el desplazamiento de las poblaciones más frágiles está plenamente demostrada. Declarar el Casco Viejo “Zona Saturada de apartamentos turísticos y hoteles” era una medida modesta que iba a favorecer a esas poblaciones, no un gesto maximalista para tumbar nada. Dejando a un lado que lo que en verdad es inadmisible para algunos es la autonomía que ha mostrado una estructura política respecto del aparato institucional de la Izquierda Abertzale —devenido ejemplo acelerado de la Ley de hierro de la oligarquía— se antoja que la clave es que para EH Bildu, Geroa Bai y PSN, sencillamente, la turistificación no es un problema central en Pamplona. Por cierto, una manera de entender la ciudad que encaja perfectamente con el compromiso histórico entre EH Bildu y PNV que, de cara a las próximas décadas, está fraguando públicamente. Y ello explica el pequeño torbellino mediático contra Aranzadi de las últimas semanas.
En todo caso, una cosa está clara: la acción municipal debería poner urgentemente, en el centro, a los sectores precarizados, empobrecidos y en vías de desclasamiento, a través de las políticas urbanas y de otras medidas. Lamentablemente, esto no ha sido así en esta legislatura que termina y, por ello, peligra la frágil mayoría del “Cambio” en las tres instituciones navarras. Porque, ¿para qué votar otra vez, cuando tienes que pagar 200€ más de alquiler que hace cuatro años?