Agur, Pincelada
Julio Pérez García – 3 de Abril de 2018
El comercio del Casco Viejo en Pamplona se desvanece sin remedio retorcido y estrujado por la especulación, las grandes superficies, las ventas online y el abandono de los posibles compradores que emigran hacía horizontes lejanos.
Corría 1985 y el amigo Ángel decidió dar una vuelta de tuerca a su existencia instalándose en el número 27 de la calle Mayor rodeado de óleos, lapiceros, papeles, acuarelas, pinceles, barnices, aceites, caballetes, carboncillos, acrílicos, gomas, difuminos, lienzos, bastidores… y toda una serie innumerable de materiales que durante treinta y cuatro años abasteció a la variopinta troupe que aglutina el mundo de la expresión plástica o como demonios se denomine. Había nacido Pincelada.
Maite, su hermana, le sucedió desarrollando de manera exquisita la atención al público, hasta que diferentes avatares la apartaron de este mundo dejando un hueco ostensible que poco después ocupó Oihana, hija de Ángel, aportando una notable sensibilidad de la que hemos disfrutado quienes nos hemos acercado para proveernos de los materiales y artilugios que la tienda ofrecía.
Desde hace unos días la persiana está bajada y Oihana, silbando en la vía. La casa se ha vendido íntegramente sin posibilidad de renovar el contrato de alquiler del local. Ignoro a qué se destinará el inmueble pero me lo puedo imaginar.
No basta con regalar macetas por las compras realizadas en los comercios o poner ciervos con bombillitas en las puertas por Navidad para que esto funcione y no se vaya al garete.
La carcoma está servida.
PD: y esto no era una verdulería.