Maravillas I
Paco Roda 9 de agosto de 2018
De las palabras de Solana, portavoz del “Gobierno del cambio” pareciera deducirse que le jode presenciar el más que probable desalojo del Gaztetxe Maravillas. Que la decisión está en manos del Juzgado nº 4. Y que este gobierno del cambio no quiere hacer uso de la fuerza si los jueces les obligan a intervenir. Pero para ello sitúa la responsabilidad en quienes llevan un embarazo okupando y socializando un espacio que llevaba 20 años muerto. A ellos y ellas les vienen a decir que sean buena gente y entiendan que las cosas se pueden hacer de otra manera, que sean civilizados. ¿No quedamos que este gobierno juró que sabía y podía hacer las cosas de otra manera?
Sé que no es lo mismo gestionar y planificar la administración y sus derivados que querer tomarla al asalto. Pero eso también se debía, no solo saber, sino tenerlo trabajado de antemano. Otra cosa es que ellos y ellas nos hagan aflorar nuestras contradicciones, esas para las que no tenemos respuesta.
No se puede exigir ahora a esta chavalería que nunca ha encontrado acomodo en lugar alguno, que huye de pautas, normas, dinámicas al uso o participaciones buenrrollistas enmarcadas en ese ciudadanismo que no cuestiona el orden sino que lo dulcifica, que sean responsables. A ellos y ellas, que han levantado un espacio cívico y popular en medio de un erial. A ellos y ellas que han generado un discurso anticapitalista de alto voltaje y muy ligado con las nuevas transversalidades de género, consumo, ocio, modelo de barrio y socialización. A ellos y ellas que han puesto en marcha iniciativas que, gusten o no, han logrado hacerse un hueco en la agenda alternativa de la ciudad. Esa que no consta en la amabilidad de un barrio secuestrado por el turismo tabernario.
Esta chavalería se merece oportunidades de negocio. Ese negocio es la participación real. Y yo no sé cual es la real, pero sé cual es la amable, la que no cuestiona el orden, la que se dedica a pastorear las conciencias en vez de generar mentes transformadoras. Y esa es de la que hay que escapar.
Esta chavalería no es una banda de adolescentes inmaduros como se dice por ahí, tal vez sean los nuevos sujetos políticos con los que medirse en un futuro político. Solo por eso, y por muchas cosas más, no solo hay que negociar, hay que entender ese proyecto y dejarlo que fluya. Todo menos repetir veranos ardientes.